Las farolas de la discordia
Por si no fueran pocos los imprudentes comportamientos que a nivel nacional y regional nos depara la clase política dirigente, con censurables actuaciones, en algunos casos dizque delictivas, procaces declaraciones, alucinantes propuestas, comentarios fuera de tono y absurdas expresiones que hacen temblar los cimientos de la RAE, los ciudadanos de la muy noble y leal, entre otras cosas, ciudad de Oviedo tenemos el plus que nos depara el tripartito gobernante: un abigarrado grupo “contra naturam”, dicho en “lato sensu”, que, por una carambola política, dirige el Consistorio ovetense desde el 13 de junio de 2016, y que con sus continuas luchas intestinas, escenificadas por las fuertes desavenencias entre sus líderes, está realizando una gestión cuajada de polémicas ante el pasmo de los sufridos contribuyentes.
Muchos y variados son los desatinos que el triunvirato que controla el Ayuntamiento de Oviedo ha protagonizado durante el poco más de año y medio que se hizo con el poder municipal, y, según temo, todavía serán muchos más los que nos quedan por ver. En cualquier caso, como no es objeto de este escrito hacer una exposición retrospectiva del pasado, sólo me voy a referir a la última y viral ocurrencia, al controvertido tema del cambio de las farolas isabelinas de cinco brazos (personalmente me gusta más el término de “gabinianas”, para entendernos) por otras más funcionales, según apunta el Alcalde, alegando para ello motivos de seguridad. Un asunto que está levantado ampollas entre vecinos y comerciantes, que ven en la medida un auténtico despilfarro, uno más, que mermará los recursos municipales en detrimento de otras necesidades de mayor prioridad. Al hilo de la polémica, y tratando de justificar esta millonaria inversión, se estima en unos 7 millones de euros la sustitución de las aproximadamente 1.100 farolas de estas características actualmente instaladas, el diario LA NUEVA ESPAÑA del pasado sábado, día 10 de febrero, en su página 3, publica cuatro fotografías facilitadas por la Alcaldía que presentan aparentes daños, sin duda con la aviesa intención de extrapolarlos a la totalidad de las unidades en servicio. En mi opinión, desde mi condición de técnico, la medida me parece absolutamente desproporcionada, y lo que manifiesta es un total abandono derivado de la absoluta falta del mantenimiento regular que para este tipo de equipamiento debería de tener programado el Ayuntamiento. He tenido la ocasión de ver un buen número de farolas de este tipo instaladas en diversos viales y plazas y, aunque no he podido realizar la inspección exhaustiva necesaria que requeriría un informe técnico, desde la prudencia que requiere el caso, me puedo reafirmar en lo anteriormente dicho. No quiero imaginar que esto forme parte de una operación más de derribo, entre las muchas que ya se han llevado a cabo, para hacer desaparecer cualquier vestigio de la derecha en el municipio; aunque, puestos a pensar, no sería difícil llegar a esa conclusión.
En fin, a pesar de los desafueros y despropósitos que nos depara el día a día, dado que estamos en tiempo de Carnaval, merece la pena descargar temporalmente la tensión concediendo un poco de sosiego al espíritu y alguna satisfacción al cuerpo. Después, como las alegrías no suelen ser duraderas, ya vendrá alguien que se encargue de volver a ponernos los pies en la tierra; pero, mientras tanto, a disfrutar, que es muy sano.
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