¿Hay alguna ONG que me ayude?
Todavía no consigo imaginar la cara de gilipollas que me debió de quedar cuando me pusieron delante el contrato para firmar. Pero más que en el momento en que vi el contrato yo creo que fue en el momento en que me dijeron lo que iba a cobrar.
Fue una bonita mañana de diciembre. Estábamos todos reunidos alrededor de aquella bonita mesa en la sala de reuniones de aquella bonita oficina de mobiliario moderno y paredes recién pintadas de color naranja cuando me comunican que mi sueldo durante seis estupendísimos meses de trabajo superideal con un ambiente inigualable, con una categoría de «ayudante de operador de cámara», 40 horas semanales de trabajo (contrato de 35 horas semanales) más horas extras (no remuneradas, reservadas para marrones inesperados) será de la estupenda cantidad de 773 brutos al mes. Todo esto subvencionado por el Excelentísimo Ayuntamiento de Gijón en sus planes de promoción de empleo.
Señora alcaldesa, tiene que sentirse orgullosa. Si algún día la encuentro por la calle, creo que no voy a poder evitar darle la enhorabuena personalmente. Se me saltan las lágrimas sólo de pensarlo.
Claro, es que uno a sus 40 años sigue siendo un ingenuo e inocente individuo ¡que todavía cree en las hadas! ¡Tocad palmas, por favor!, a ver si despierto de una puta vez.
No dejo de darle vueltas a mi cabeza analizando todas las frases que se dijeron en aquel curso de Técnico Infografista, un curso estupendo en el que había un ¡compromiso de contratación! ¡Alerta! ¡Alerta!, los cinco alumnos más aventajados tendrán el gran honor de trabajar con nosotros en unas condiciones laborales envidiables. ¡Fran!, ¡despierta, joder!
Los profesores estaban indignados con la actitud de algunos alumnos que no mostraban el suficiente interés por el curso.
–¡Que os estáis jugando un puesto de trabajo! Que tal y como están las cosas...
–Bla, bla,bla...
Bueno, no nos engañemos, yo siempre fui consciente de que el contrato que nos iban a hacer iba a ser un poco mierdolero, pero no tanto.
La verdad es que pensaba que ir a trabajar era un acto de pura supervivencia, ya que todos tenemos la mala costumbre de comer todos los días, de cobijarnos bajo un techo más o menos digno y, en definitiva, de intentar vivir o malvivir. Pero, de ahí a tener que poner dinero para ir a trabajar, creo que esto ya pasa de castaño oscuro. (Huy, qué expresión más maruja me salió).
Estoy decepcionado, me siento engañado, estafado y un poco ridículo. Han jugado con mi valioso tiempo, que sigue siendo una cuenta atrás hacia el final de la prestación por desempleo. Tengo cuatro meses para conseguir un trabajo y estoy cansado de deambular de curso en curso, de que me vendan motos, y todo ello para que las empresas que se dedican a formar a desempleados se aprovechen de nuestras esperanzas de encontrar empleo para lucrarse sin tener en cuenta que están jugando con nuestras vidas y nuestro futuro.
¿Quién nos protege de todo esto? ¿No hay ninguna ONG que nos ayude? Ah, bueno, ¿para qué? Si ya tenemos ahí a los sindicatos dispuestos a luchar por nuestros derechos con uñas y dientes, igual que Robin Hood. Pero... ahora que lo pienso... ¿Robin Hood no era el príncipe de los ladrones? ¡Ah, joder! la hemos cagao...
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