Obispero
Los obispos catalanes, abducidos por la enjundia y relevancia sociopolítica del momento, han subido al púlpito. Con lo que Dios nos viene teniendo dejados de su mano últimamente, no creo que lo hayan hecho por su directa inspiración. En todo caso, impostándola o maltraduciéndola, como es tentación y pecado no infrecuente en todos los sacerdocios de todas las religiones habidas y por haber. Supongo que, en esta ocasión, nuestros prelados los habrán hecho obedeciendo a un complejo mix anímico, del que sólo ese Dios verdadero, paciente e interpretable, conoce sus dosis exactas de creencias, querencias e intereses (las cruces en las casillas siempre están de actualidad en Tractoria).
Sedicentes impelidos por exigencias del calendario litúrgico, parece como si los señores obispos hubieran aprovechado el arranque del tiempo de Cuaresma para introducir una variante en el ritual cambio de look estacional, sustituyendo en esta ocasión la casulla morada por la multibarrada caribeña, con estola a juego y enlazada en amarillo.
Defienden los respetables monseñores "la legitimidad moral de las opciones independentistas", y se declaran preocupados por la privación de libertad de presuntos delincuentes, pidiendo "una reflexión serena sobre la prisión preventiva", eso sí, "sin querer entrar en consideraciones jurídicas". No queda claro en su catequético escaque si están queriendo situarse al margen, por encima o al bies de la justicia, de la ley o de la jurisprudencia, y si están refiriéndose a políticos presos o a presos políticos; parece que la nitidez del mensaje de El Maestro se suele desdibujar en boca de discípulos alambicados y predicadores mediocres, no digamos ya en manos de sacristanes dispuestos a poner velas en todos los altares.
Sin entrar en consideraciones canónicas, legales, éticas y/o morales se pueden decir -y hacer- desde estupideces hasta canalladas. Eludiendo - o cobardeando con elusiones- la legalidad y la normativa, incluidos los diez mandamientos así como la copiosa doctrina de desarrollo y secuela que la Santa Madre Iglesia se ha dado a lo largo de los siglos, saltos en el vacío relativista de este tipo -sin querer entrar ni salir en sustancia- abren una, cuando menos, inquietante fisura comportamental y convivencial dentro de Estados de Derecho, normalmente habitados por gentes civilizadas que respetan reglas de juego y esperan coherencia y valentía de sus autoridades competentes. Ciertamente, desde Tractoria ya se están ofreciendo muchas de las posibilidades escénicas de la hipocresía, empezando con pronunciamientos cerdeantes de una clase política enloquecida, pero atenta a dónde están los accesos a los burladeros. Dios quiera que el mal no sea muy contagioso y se llegue a acoger a sagrado.
Reconozco que desde la comodidad de estas líneas, escritas en una región de España que todavía no se ha emputecido (aunque algunos estén en ello), es muy fácil soslayar las presiones que los señores obispos pueden estar sufriendo, ignorar la efervescencia de algunos de sus genes o minimizar la influencia contradicciones a las que su complejo ministerio y su crispado entorno político, profesional, familiar y pastoral pueda estar llevándolos. Pero es que cuando las ovejas vemos a los pastores bailando con lobos y recordamos el papel de tantas y tantas sacristías y oratorios como semillero y casa de acogida de predadores, se nos pone la lana de punta.
Dicho sea, claro está, sin querer entrar en otras consideraciones anatómicofisiológicas.
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