Javier Fernández y lo ingrato de la política
La verdad que ni sé ni me importa lo que internamente pueda estar pasando en el PSOE asturiano más allá de esa imagen absolutamente dividida y que en nada favorece no sólo al socialismo, sino al conjunto de los asturianos, entre el aparente “nuevo PSOE” y el ya considerado “viejo” por muchos.
Es más, ni siquiera es esta una reflexión sobre los aciertos o errores de Javier Fernández como presidente del Principado o líder del PSOE en nuestra comunidad durante tanto tiempo, ni una opinión sobre si en realidad este “nuevo” socialismo es mejor que el anterior.
Esto, lo que le está ocurriendo a Javier Fernández en las últimas semanas, meses, lo que se percibe desde el sofá de casa al otro lado de los hechos y de las noticias, va más allá de lo puramente político y se extiende a cualquier ámbito de la vida: la ingratitud.
Porque sí, probablemente haya cometido muchísimos errores, probablemente haya hecho esto y aquello, pero a un presidente en clara retirada se le debería tener el máximo respeto y dejar marchar en paz. ¡Qué fácil es clavar los dientes a quien probablemente antes te haya dado de comer cuando ya no hay mucho que rascar!
¿Dónde estaban hasta ahora todas estas voces tan críticas pero, sobre todo, tan poco compañeras? Claro, supongo que compensaba más callar y mojarse no merecía tanto la pena. Y así se escribe la historia, en la política y en prácticamente todos los ámbitos de la vida: cría cuervos y te sacarán los ojos.
Si yo fuese Javier, jamás me molestarían las nuevas corrientes y las opiniones contrarias. El dolor está en lo personal, en lo emocional. En ver como los que siempre fueron de tu mano o llegaron hasta aquí en parte gracias a ti, ahora te dan la espalda ya no sólo en lo político, hasta ahí todo podría ser normal e incluso muy sano, sino en lo más cercano y humano.
Si yo fuese Javier, no pediría que me aplaudiesen y fuesen conmigo de la mano hacia la retirada. Simplemente pediría que me dejasen marchar en paz. Si yo fuese Javier, también echaría de menos la defensa de los que todavía parece que están a mi lado. Supongo que por si las moscas tampoco estos quieren mojarse del todo.
Y con este panorama, normal que el Presidente diga que no quiere ir “donde no se le quiere”. Quizá, Javier, y esto es lo ingrato de la política, al final, cuando ya poco hay en juego, te acaban queriendo más los de fuera de casa que los de dentro.
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