El idioma español, huérfano
Los españoles, desde Cervantes en adelante, hemos tenido la fama bien ganada de quijotes: hemos ido por el mundo deshaciendo entuertos cuando tenemos nuestra casa patas arriba.
El idioma castellano o español, como queramos llamarlo, esa lengua que nos ha llevado a comunicarnos desde hace siglos y que hemos transmitido por todo el mundo a millones de personas, ahora, y gracias a la clase política de basura que tenemos, está en franca desprotección, huérfano de personas que lo defiendan y que le den la importancia que se merece.
La finalidad de un idioma es entenderse y comunicarse entre personas; pues ahora estamos en el proceso contrario, no entendernos. Esta organización política tan caótica que tenemos en la que se incentivan los reinos de “taifas” llamados autonomías tiene que justificar su escaso trabajo y sus chiringuitos y para eso se inventan nuevos idiomas o idiomas anticuados y en desuso. Me parece bien que todas estas lenguas regionales se conserven para que no desaparezcan, pero de ahí a imponerlas a todos los ciudadanos por ley me parece una barbaridad y una aberración.
La gente no las demanda, son determinados lobbies políticos que tienen poco trabajo en que ocuparse y se inventan cuestiones para dar trabajo a un grupo de amiguetes y tener donde colocarlos.
Los nacionalistas se han salido tanto con la suya que además de la obligatoriedad de hablar esas lenguas cooficiales, nos meten muchas palabras como obligatorias al resto del país. Como ejemplo pongo uno muy ilustrativo: todos los días escucho en radio y televisión referirse a Lleida, Girona y Ourense y no a Lérida, Gerona y Orense. Cuando nos referimos a Londres no decimos London o cuando vamos a Nueva York no decimos que vamos a New York.
Bueno, pues los nacionalistas han conseguido lo que tanto tiempo llevan intentando, colonizar nuestro idioma castellano sin que seamos capaces de revelarnos y decir: basta, me niego. Seguimos como masa borreguil sus dictados. Y ahora vienen los ultras bablistas con que hay que hablar bable, que es como si nos dijeran que tenemos que andar todos con madreñas o hacer un hórreo en el jardín. Yo las madreñas las uso, pero en mi pueblo y en los ratos libres.
Rafael Barroso Castañón,
Lugones (Siero)
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