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Luis Morilla, diez años sin un gran hombre

16 de Febrero del 2010 - Javier Morilla (Luarca)

Hoy hace 10 años de que una gran persona, un gran hombre, un gran abogado, un gran amigo, un gran marido y un gran padre ya no está con nosotros.

Estas líneas no quieren ser más que un humilde homenaje y recuerdo hacia mi padre, Luis Morilla.

Parece mentira que ya haya pasado tanto tiempo, y hay que ver cuantas cosas han ocurrido desde entonces. Cuántas novedades que estoy seguro le hacen sentirse orgulloso de todos nosotros.

El legado que ha dejado va mucho más allá de una familia, con una esposa dedicada en vida a él y a sus hijos, 5 hijos (2 de ellos tristemente le precedieron en el encuentro con Dios), 7 nietos….pero lo que más me hace valorar la persona de mi padre es ese recuerdo que ha dejado en todos aquéllos que de una forma u otra pasaron por su vida o se cruzaron en su camino. Todavía hoy, 10 años después, no pasa un día en que no me acuerde de él, y todavía hoy, es rara la ocasión en la que cuando me encuentro con alguien que le conoció no me hable maravillas de su persona.

Estoy seguro de que papá lo pudo hacer mejor en muchas cosas, y estoy seguro de que él lo sabe. Pero más seguro estoy de que todo lo que hizo fue pensando en los demás. Jamás antepuso su persona a nadie ni nada. Sacrificó todo lo que tenía por los demás. Se entregaba sin esperar nada a cambio, sin tan siquiera pretender que nadie se enterara. Era humilde, sencillo, trabajador, sin querer enriquecerse a costa de nadie aunque hubiera podido tener mucho más de lo que tuvo.

Como marido dejo a mi madre que opine, aunque por el vació que su marcha sé que le ha dejado sé que ella le echa mucho, muchísimo de menos. Y no es menos cierto, que su recuerdo la hace ser feliz, a pesar de las circunstancias.

Como padre, y creo que hablo por todos mis hermanos, sé que lo pudo hacer mejor, y él lo sabe, aunque también sé que si yo volviera a vivir y tuviera que escoger a un padre le escogería a él, igual que a mi madre. Más allá del día a día, dedicaba todo su esfuerzo para darnos la mejor educación, a enseñarnos unos valores (respetar, perdonar, no guardar rencor…), a crecer como personas, a saber entregarnos a los demás, a anteponer nuestras necesidades a las suyas propias. Para mi es un ejemplo al que pretendo parecerme, aunque sé que necesitaría tres vidas para llegar a ser la mitad de lo que él ha sido.

Como profesional creo que no puede haber una sóla persona que no opine que además de ser un gran jurista, era un abogado con mayúsculas, dedicado a su cliente de manera leal, profesional y sin escatimar horas ni días de esfuerzo y dedicación, fuese quién fuese. Si hubiese querido, podría haber tenido mucho más de lo que tuvo, pero para él, por encima de todo, estaban las personas, daba igual de qué condición, ricos o pobres, grandes empresas o anónimos trabajadores, no hacía distinción. Ojalá hoy en día muchos abogados de gran renombre fuesen la mitad de honrados y leales que lo fueron Luis Morilla y su “hermano” Alfredo Prieto.

Era un hombre familiar (sus hermanas y hermanos le echan también de menos), era un gran amigo, era una persona que nos hacía reir con sus chistes, con su buen humor. Estoy seguro de que todos (cómo me dijo un día un cronista de este diario, Pepe Monteserín), somos un poco menos nosotros desde que no está Luis. Pero igual de seguro estoy de que su recuerdo hará que todos seamos un poco más personas.

Papá, sé que te hubiera gustado que te hubiera dicho todo esto en vida, y de verdad que siento no haberlo hecho, pero también quiero que sepas una cosa: te quiero (y tú bien sabes por que te lo digo).

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