Don Jesús Alonso Noval
Amigo mío, te has ido en silencio, sin hacer ruido.
Como a ti te gustaba. Ha sido una gran sorpresa. La vida tiene a veces estas ingratitudes, sin quererlo ni sospecharlo te roba el último aliento. Para los que te conocimos bien, dejas una huella muy grande, tanto como tú eras, anteponiendo siempre lo personal a lo “material”, sin pensar nunca en el “cuanto”, simplemente en el hecho de ayudar. Para mí, que he tenido el privilegio no sólo de compartir tu amistad, sino también posiblemente el último abrazo cuando ese fatídico día nos despedimos con un “hasta luego” que se truncó sin saber cómo ni cuándo en un “hasta siempre”.
Atrás nos quedaron pendientes muchos planes, intercambiando opiniones, charlas amenas, distendidas y esa comida pendiente para la cual parecía que no encontrábamos tiempo. No olvidaré nunca que tú has sido mi mentor, quien me animó e ilusionó para introducirme en este apasionante mundo de la abogacía que hoy compartimos.
Gracias por todo, amigo mío, siempre serás muy difícil de olvidar.
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