Guardiola se sabe la lección
Sublimes las recientes declaraciones del entrenador del Manchester City. Nos implora nuestra comprensión. Para ello defiende a los fugados de la justicia española y a los presos preventivos por orden judicial del proceso secesionista catalán, entendido como mecanismo pergeñado para destruir España como estado-nación políticamente reconocido en los foros internacionales de más prestigio, apelando a su humanidad y a la humanidad de sus paisanos. ¡Qué derroche de amor al prójimo! Llega al corazón, lo conquista. El público inglés y gran parte del español sin duda mostrarán su admiración o al menos su empatía por en apariencia tan dulces palabras de un entrenador verdaderamente comprometido con los Derechos Humanos. Pero en realidad, más allá de toda apariencia ¿qué hay?, ¿qué argumentos articular en forma de discurso bien entretejido que permitan desenmascarar al astuto Guardiola? En clave filosófica y política lo que nos dice es lo siguiente: él no es español, él es humano y por lo tanto persona, y los que lo defienden tampoco son españoles, son humanos y por lo tanto personas, es decir, niega en términos políticos su condición de ciudadano español y, por supuesto, la de quienes están perseguidos por la ley y que él apoya, y lo hace porque está firmemente convencido de que España no existe, de que no existen los españoles sino los catalanes, los murcianos, los andaluces, los vascos, etc., y no existen porque siendo españoles están muy lejos de poder ser humanos y mucho menos personas ya que dicha condición viene dada por la pertenencia a una comunidad entendida en términos identitarios y culturales que se agrupa alrededor de la etnia (Fichte lo llamaba estado de cultura), luego fuera de la etnia uno no es ni siquiera humano o si acaso un ser humano inferior. Tritura la especie, ser español, en el género, ser humano, y hablando en coordenadas exclusivamente éticas lo que se está escondiendo es que la condición de ciudadano español en tanto que miembro de España simplemente no existe.
Quizá se leyó a Pi Margall: "antes que español, hombre, pese a quien pese". ¿Diría lo mismo si dijésemos: "antes que catalán, hombre, pesa a quien pese"?
Finalmente, en nuestro recuerdo, en nuestro presente, el inmortal Quini.
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