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Una medida que pasará a la memoria histórica de Grandas

12 de Febrero del 2010 - José Manuel Rodríguez García (Gijón)

Tras la destitución de Pepe el Ferreiru como director del Museo de Grandas, el Gobierno de Asturias se mantiene bajo el chaparrón de desaprobación que padece a la espera de que amaine primero y escampe después. Quienes dentro del Partido Socialista se oponen a la facción que gobierna harán uso de los hechos para socavar a éste en el interior de la organización, pero hacia el exterior se mantendrán, siempre que sea posible, cohesionados, sin fisuras.

La consejera de Cultura llevó a cabo la destitución y el presidente del Gobierno ya la avaló públicamente, no hay marcha atrás posible. Dejar que pase el tiempo, evitar declaraciones que no pueden esclarecer a su favor lo sucedido, esperar que la reacción social se enfríe, se agote; minimizar los daños políticos.

Pero han tocado tal vez no en roca, sino en nervio, que es peor. De la ferrería saltó una esquirla y se alojó en el ojo, lugar sensible. Pasará el tiempo pero los hechos quedarán en la memoria colectiva de la comarca, será verdadera memoria histórica. En forma de tradición oral pasará el relato de una generación a otra.

Quienes han llevado de forma tan torpe y villana la destitución no sabían lo que hacían y ahora seguirán sin saberlo, pero ya se habrán dado cuenta de que les ha sido muy poco rentable. Los políticos y también la sociedad está habituada últimamente a inaugurar centros «lúdico-temáticos», lugares de ocio hueros, con exposición de piezas muertas, y que sirven para llenar tiempos vacacionales, siendo de esta forma difícil de entender para muchos la motivación profunda que llevará a Pepe el Ferreiru a emprender la labor de su vida.

Siglos de formación de una estructura social, de ocupación y uso del suelo, de edificación y fundación de pueblos, de expresión mediante una lengua, de oficios, de ritos..., que el creador del Museo de Grandas le tocó ver por edad en las décadas de su desplome, y que en ese momento crítico decidió emprender la tarea de mantener en el recuerdo y en la medida de lo posible vivo en la vida diaria de los vecinos. Cuando se ve la riqueza que nuestra forma pasada de vida creó, dan ganas en muchos casos no de admirarla como fósil, sino de conservar viva mucha de ella hoy.

Ahora Pepe el Ferreiru se ha visto en la necesidad de justificar públicamente su carácter, su presunta anarquía, sus arrebatos o enfados, y lo ha hecho humilde y sincero. Sincero en primer lugar consigo mismo, cosa infrecuente en los individuos públicos al menos, al decir lo mucho que le debe al Museo de Grandas: relaciones de amistad con personas de valer y prestigio en Asturias, el cariño y admiración de muchos, ampliación de su cultura y la satisfacción de sentirse «El Ferreiru más grande del mundo». Él ha tenido la fortuna de haber hallado esa actividad que toda persona precisa para dar sentido y serenar una vida, aunque evidentemente no todas pueden tener la altura de la suya ni tengan porque: aquella actividad que se hace por gusto y que es el arte de quien la practica. En otros tiempos, y en esto si mejores que los actuales, el arte de cada uno consistía simplemente en hacer su oficio de carpintero, o cantero, o molinero... o ferreiru.

Nunca deberían haberse desarrollado las cosas como lo han hecho en la destitución del fundador del Museo de Grandas. De este desaguisado ha salido en positivo la reacción de rechazo, todo lo demás ha sido muy malo y un mazazo terrible para el involuntario protagonista. Sin embargo, ahora habría que trabajar partiendo del daño producido, y donde antes hubo tanta torpeza poner ahora habilidad y limpieza. Una situación que nos lleva de lo bueno a lo malo puede tornar a ser mejor que la primitiva si se sabe manejar. Mecanismos existen. Se debe desagraviar públicamente de una u otra manera desde el Gobierno socialista a Pepe el Ferreiru, y tratarlo con el cariño y respeto que se merece, su nombre debe estar unido oficialmente al museo y debe formar parte del organismo rector del mismo de forma vitalicia, a los vecinos de Grandas habrá que ganárselos de nuevo. Si el señor Cuesta ha de continuar siendo el director del museo tendrá que acercarse con humildad a Pepe y a los vecinos, entender qué significa ese museo y cómo son aquellos, y además de los mecanismos formales e ineludibles que ha de respetar toda institución deberán ratificar como paisanos en la Fonda de Grandas la amistad o cuando menos un entendimiento y un objetivo común.

José Manuel Rodríguez García, Gijón

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