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Desayuno en Túnez con Pepe el Ferreiro

12 de Febrero del 2010 - Paul de Zardaín (Túnez)

Un titular del diario «Le Temps» me llamó la atención esta mañana mientras desayunaba en Gamarth, en las afueras de Túnez: «Un tribunal nombra al nuevo director de la Universidad Libre de Túnez (ULT)». Tenía un aire familiar esta historia de venganza política que implicaba a un icono de la vida cultural tunecina. Aquí un extracto del artículo:

«Un tribunal nombró ayer al nuevo director de la ULT. La decisión se ha hecho pública después de que el Ministerio de Educación Superior e Investigación Científica retirara la licencia al centro educativo por supuestas irregularidades académicas y administrativas, especialmente en su departamento de Ingeniería, así como la falta de disponibilidad de su director. El nuevo director tiene una trayectoria científica probada, así como experiencia administrativa. De hecho, ha dirigido varias instituciones académicas. Su misión es continuar con las clases y defender los derechos del profesorado, la Administración y los estudiantes».

«Le Temps» no hacía mención de nombres. Pero como averiguaría más tarde, el director de la ULT hasta hace poco era Mohamed Bouebdelli. La institución que creó en 1975 absuelve a 1.500 estudiantes altamente cualificados cada año en materias como Derecho, Arquitectura o Ingeniería. Es uno de los éxitos sonados de la Educación Superior. Pero desde que le retiraron de su cargo, la ULT ha tenido que suspender su actividad. A cualquier búsqueda en Google con el nombre del director, la red en este país responde con una página de «Error 503».

Según «Le Monde», Bouebdelli fue cesado de su cargo cuatro meses después de publicar un libro crítico hacia el presidente de Túnez, Zine El Abidine Ben Ali. Este último ha estado 23 años en el poder y fue reelegido en octubre de 2009 con más del 89% de los votos, una cifra estadísticamente imposible. El título del libro lo dice todo: «El día que descubrí que Túnez ya no es un país libre». A Bouebdelli le comunicaron el cese a través de una circular del Ministerio de Educación Superior.

El suceso me recordó el caso de Pepe el Ferreiro. Su Museo Etnográfico de Grandas de Salime (MEGS) no ofrece cursos de Ingeniería. Pero a lo largo de los años he adquirido conocimientos sobre física, hidráulica y estructura mecánica. Uno de los objetos expuestos en MEGS es la réplica en miniatura de un mazo del siglo XVII. Al activar un botón, el agua transcurre oprimida a través de un tubo de madera haciendo que gire una rueda de agua que a su vez levanta un martillo que golpea una incle. Es uno de los primeros sonidos que oye el visitante al llegar al museo.

Pepe fue la primera persona que ilustró cómo los ferreiros del occidente asturiano supieron aprovecharse del «efecto Venturi», el cambio de presión que sufre el agua al moverse dentro de un conducto cerrado. En el museo también se aprecia cómo los romanos taladraban la piedra y qué hacer en caso de que una vaca se atragante con una manzana. Todos estos objetos abren la puerta a un mundo basado en el ingenio de simples campesinos que heredaron la historia milenaria en un país envuelto en niebla y líquenes, un lugar que mis amigos suelen llamar Asturistán.

Desafortunadamente, la palabra Asturistán también implica un sistema político disfuncional. Ha sido espeluznante seguir en la distancia la purga de Pepe el Ferreiro por instituciones regionales detrás de las que están miembros de la ejecutiva socialista. Primero se basaron en presuntas irregularidades administrativas. Días después recurrieron a la falta de extintores y planes de evacuación. En realidad, se trataba de un alcalde celoso por consumar el poder, apoyado en una ejecutiva socialista en Oviedo que no sabe qué hacer con personas de talento. Pepe ha conseguido lo que ellos nunca han podido hacer: atraer a 21.000 visitantes a un museo perdido en el suroccidente asturiano. Mientras, otros centros similares en Asturias ni siquiera llegaron a los 1.000 visitantes en 2009.

A pesar del surrealismo de la «Tunisian Press Agency» (TPA), los datos económicos en Túnez son rigurosos y fáciles de obtener. En Asturistán, tuvo que esperarse años antes de que el director de IDEPA, Víctor González Marroquín, desvelara que su salario anual era de 107.000 euros. Mientras, la persona nombrada por los socialistas asturianos para dirigir el MEGS es un nadie en el mundo académico. Viene de Segovia y no habla gallego-asturiano. El salario de este pretendiente daría un salto a 58.000 euros, un 30% más que el Ferreiro –otro ejemplo de mala gestión en un país que, como Grecia, se aboca hacia el impago de su deuda.

Si el cripto-autoritarismo en España es difícil de sacudir, en Asturias lo es inda más. La FSA, compuesta de un clan que emergió de los pozos mineros en la década de los setenta para heredar el poder directamente del régimen franquista, toma sus decisiones en una vertical de poder igual que la tunecina, que no tolera a sus disidentes. Si siguiéramos las pautas de la TPA, desayunaríamos todos los días con fotos de Ben Ali en la portada de los periódicos y no nos preocuparíamos nada más que de fútbol, gripe A y pinchos.

Pero en esta ocasión, la FSA ha atentado contra sus propios constituyentes: gente del campo que ha sabido vender su cultura generando así millones de euros al año en un concejo fronterizo. Esta vez, los políticos de Oviedo no contaban con que la gente rechazara el bocadillo. Al atentar contra un icono cultural como Pepe el Ferreiro, el eco ha podido con ellos y ha revelado lo que son en el fondo: todo lo contrario de lo que dicen ser.

En cuanto a mí, después de desayunar en Túnez, estaré pensando en el próximo viaje a Grandas, donde el director legítimo del MEGS podrá volver a enseñar a turistas de todo el mundo la magia del «efecto Venturi» y la velocidad del pensamiento crítico.

Paul de Zardaín trabaja de analista económico en Oriente Medio.

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