¡OH, FÉRREOS PENSIONISTAS!
Hoy, a pesar del tiempo, también hicimos nuestra tertulia diaria. Comentábamos que los pensionistas andan revueltos en las ciudades de nuestra España. En algunas, un día sí y otro también. Salen a la calle como buenamente pueden: acompañados de sus gafas con muchas dioptrías; apoyados en sus bastones y muletas; muy abrigados, nerviosos, llenos de irritación y guardando el equilibrio. Protestan, cabreados, tratando de defender sus pensiones, construidas a lo largo de su vida laboral. El IPC les acosa. Han visto asomar las orejas al lobo, que viene disfrazado dentro de una carta, firmada por doña Fátima Báñez, donde anuncia a bombo y platillo una subida en nuestras pensiones de un 0,25%. ¡Qué horror!, si comparamos ese porcentaje con la inflación del 2,97% en 2017. En enero de este año ya va lanzada rozando el 0,60%. Y lo peor, aún faltan por venir once meses más que pueden seguir sumando. Entretanto, contemplamos como nuestra pensión va bajando como correa en el fuego. ¿Seremos pesimistas los jubilados, o será más bien que las perspectivas no son nada halagüeñas? Y más después de oída la carta que leyó en Onda Cero don Fernando Onega. La dirigía a don Luis María Linde, gobernador del Banco de España, motivada a las desafortunadas declaraciones del gobernante. Entre otras observaciones le recomienda que "...los de arriba miren hacia abajo" y que se esté tranquilo que "...el estómago de los pensionistas está preparado para digerir ladrillos"...
Después de pasar un rato callados, meditando, nuestro amigo y pesado jubilado, Bras, toma la palabra para contarnos, todo disgustado: "...vamos a ver hombre, ¿a dónde vamos a llegar con los tratamientos que casi diariamente nos caen de parte de las administraciones y de los administradores del estado? Lo digo porqué sabéis que le llevo los trámites de Hacienda a mi nieto. Es autónomo y, muchos meses, tengo que ayudarle a pagar el recibo a la Seguridad Social, ya que no recauda lo suficiente para poder pagarlo él y, mucho menos, para poner la administración de su mini-empresa en manos de un gestor que, lógicamente, le cobraría por esas gestiones. Mi nieto estaba dado de alta en un epígrafe fiscal que le amparaba para desarrollar su labor. Ese epígrafe fiscal, según le aconsejaron en Hacienda, solo le obligaba a hacer una declaración trimestral para declarar el IVA y la declaración de la renta una vez al año. Empezó a facturar a otros canales, porqué tiene que buscarse la vida, comprendidos dentro de un epígrafe distinto al que tenía. Al enterarme de ello, le recomendé que se diese de alta en dos epígrafes más para quedar amparado dentro de la ley. Obediente, mi nieto, me autorizó a hacerlo. A los pocos meses le notificaron que debía presentar el modelo 130, declarando los trimestres desde la fecha en que se dio de alta en los últimos epígrafes fiscales. Le hice las declaraciones que, por cierto, no salieron a pagar, pues sus ventas fueron mínimas. Ahora le llegan dos multas de la administración, de 200 euros cada una, por no haber efectuado la declaración del modelo 130 en tiempo y forma. Mi nieto me dice que si pagaba los 400 euros no le quedaba ni para comer de aquí a final de mes. Lo tranquilicé diciéndole que no se preocupase, que siguiese trabajando, que yo se lo arreglaba. Y cumplí mi palabra, tomé los papeles reclamadores y procedí a ingresar rápidamente al fisco para gozar de una bonificación del 25% por pronto pago. Así que, después de pagar por mis desconocimientos fiscales, este mes me quedaré en casa estudiando por internet las normativas del fisco para evitar el volver a delinquir. No podré venir a tomarme el café con vosotros. Con eso, no encendiendo la calefacción y comiendo poco pan -que es malo para la tensión- a ver si libro este mes". ¡Pobre, Bras!
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