Es hora de volver a mirar hacia el futuro
Como si fuera el muro de una red social cada segundo que cerramos y abrimos los ojos nuestra vida ha sufrido una actualización.
El signo de distinción de nuestra época es la vertiginosa velocidad con la que se producen los cambios, y la inmediatez con la que los exigimos o con la que debemos aceptarlos. No hay tiempo para pensar, la reacción debe ser instantánea, y tal vez en esta frenética carrera no nos estamos percatando que no corremos hacia un horizonte alcanzable, sino que estamos en una rueda de hámster de infinita estaticidad, y que por tanto no nos lleva a ningún lado.
La política dejó de estar al servicio del futuro a largo plazo de los ciudadanos cuando también le alcanzó la inmediatez. Así, hoy es cortoplacista en su planificación e incluso en sus propios ciclos electorales. A los políticos solo les preocupan las demandas y necesidades más inmediatas, y en responder a ellas a la mayor brevedad posible, porque es en este pernicioso juego en donde se consiguen votos y se logran pactos. Qué queremos ser como sociedad dentro de una o varias décadas, o qué logros queremos obtener a medio y largo plazo no les atañen porque cuando llegue el momento de recoger beneficios, ellos no estarán para hacerlo. Y es así cómo muere el progreso de las ciudades y las naciones, y por ende de nuestra sociedad. Sin planes a largo plazo quedamos a la más cruda intemperie del ahora: improvisaciones, parches, bandazos...
Es por esto que creo que ha llegado el momento de volver a correr sobre tierra real, en donde los horizontes son lejanos pero están definidos. Romper con las satisfacciones inmediatas y empezar a trabajar en objetivos personales a largo plazo que, nos obliguen a planificar nosotros mismos qué queremos ser individual y colectivamente cuando llegue el "futuro". Un cambio que también debemos exigir a los políticos, encargados de tomar las decisiones que ordenan nuestra convivencia y sus frutos, y que nos permitan reactivar la rueda del progreso real, subyugada por esas nimias actualizaciones que solo parchean eventualmente los problemas que nos acucian y desvían la atención y los recursos para los retos a los que nos enfrentamos.
Es hora de dejar de vivir en la actualización de una red social, para hacerlo en un mundo que siempre nos depara un mañana.
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