LA RISUEÑA CARA DE GABRIEL
La peor de las noticias, la más dura e irreversible de todas cuantas pudieran haberse producido en el caso de Gabriel Cruz, el niño de 8 años desaparecido hace 13 días en Níjar (Almería), estallaba al borde del mediodía, del pasado domingo. Su cuerpo era encontrado envuelto en una manta en el maletero del coche que conducía la pareja sentimental del padre, Ana Julia Quezada.
Cuentan las crónicas que con gesto serio, desolada y rota de dolor, esta mujer, Ana Julia Quezada, se mantuvo todo el tiempo al frente de algunas cuadrillas que buscaron inútilmente al niño Gabriel. Las mismas crónicas también nos relatan sus consuelos y mimos hacia el padre del pequeño afligido por las duras circunstancias que estaba atravesando, sus llantos en las concentraciones populares que pedían la aparición del muchacho.
En la sonriente cara del pequeño Gabriel se reflejan otros niños. Todos llenos de inocencia, de vida. De mucha vida por delante pero que, desgraciadamente, es truncada. De una inocencia rota, profanada. De tantos sueños por ser, por hacer, por sentir, simplemente por vivir. Veo a Gabriel y veo a Yéremi, a Anabel Segura. Y podríamos seguir.
Sí, en la cara de todos ellos también está el reflejo de nuestra sociedad. De lo peor que un ser humano puede hacer a otro. De lo injusta que ha sido la vida con esos niños, solo por un instante, un solo momento para que la inocencia de todos ellos fuese arrancada con violencia. Cobardemente. Sin motivo, sin causa. Inocencias robadas, sonrisas apagadas. Lágrimas que brotan desde lo más hondo del alma. No cabe en nuestras cabezas. Somos padres y a la vez abuelos, y no podemos concebir un horror así, pero ahí está. Saramago sostenía que el hombre es el inventor de la crueldad, y por lo que vemos no le faltaba razón.
Algo estamos haciendo terriblemente mal, en estas sociedades de cristal, sin principios sólidos. Quien hace eso no ama, no siente, no vive. Solo odia. Solo eran niños, niños con todo por vivir, con todo por hacer.
La vida con su noria sigue, pero tu nombre pequeño Gabriel quedará en ese recuerdo y no te olvidaremos. Como tampoco a tantos otros niños que aún hoy su desaparición, su muerte, o peor aún, su no saber qué sucedió ni dónde están, nos golpean en algún lugar recóndito de nuestro corazón.
Qué injusta esta muerte y aquellas otras muertes y desapariciones.
Para finalizar, un firme deseo: Señores Iglesias y Sánchez, un rotundo sí a la prisión permanente revisable.
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