Adiós, Pescaíto
Cuando rezo lo hago en latín, pero cuando se producen hechos tan horribles como el de ayer, me pregunto para qué me molesto. Están consiguiendo que pierda mi fe el demonio que muchos llevan dentro. De verdad que pensaba que a este pobre querubín llamado Gabriel –de carita de pan dulce y de sonrisa de bueno– lo íbamos a encontrar con vida. Pero el vaso que sujetaba mi mano se soltó y se estrelló contra el suelo. Sucedió justo en el momento en que escuché la noticia de que la Guardia Civil había hallado el cadáver de Gabriel Cruz en un maletero. ¡Maldita sea! –exclamé–. ¡Pero, por qué? Ya en su día, cuando la pareja del padre, Ana Julia, encontró la camiseta del niño, tuve sobre ella un mal presentimiento. Una sensación de mal fario que se ha confirmado cuando han descubierto el cuerpo inerte del crío en su maletero. Pobres padres. El amargo destino les ha traído una desgracia imposible de llevar. Pobre niño. Sit tibi terra levis, “Pescaíto”. Te vamos a echar mucho de menos.
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