LA SANTINA EN GUERRA
Me ha interesado mucho la entrevista que hizo Franco Torre a Arturo Colorado Castellary, publicada en el "Siglo XXI" de LA NUEVA ESPAÑA, el domingo 11 de marzo de marzo de 2018.
El profesor alude a sus descubrimientos documentales sobre el mito de la rentrée de la Santina en Asturias después de la Guerra. Desmonta el profesor la mítica escapada de la Santina hacia Francia y plantea su vuelta entre multitudes como un montaje franquista. Alegra mucho comprobar que se bucea documentalmente en un tema controvertido, pero plantea muchas dudas lo expuesto sobre la imagen.
La Segunda República comenzó con una Constitución de Guerra, o visto desde otro lado, con una Constitución de sacristía, parece hecha por alguien que ha sido fraile antes que cocinero de leyes. Una Constitución que en su articulado habla de un cuarto voto, no de un voto democrático, sino del que hacen algunos religiosos, desprende un cierto tufillo a sacristía. A mí me hace mucha gracia, porque me parece una Constitución hecha a retales, llena de morcillas, como propuesta en un concurso de ideas. Y con muchas contradicciones. Por un lado España no puede entrar en Guerra, y por otro entre lo que puede hacer el Presidente es declarar la Guerra. Por un lado existe la expropiación con justiprecio, y en el artículo siguiente, como si alguien se le hubiese olvidado, se añade que los bienes también se podrán socializar. Y tras declarar que todos los españoles son iguales ante la ley, no queda más remedio que admitir, como Georges Orwell apuntaba en Animal Farm, que unos españoles son más iguales que otros. A los religiosos y religiosas, uno cuanto miles por entonces en España, se les prohibía la enseñanza, y la venta de sus bienes estaba sujeta a autorización previa del Gobierno, lo que parece indicar que la Constitución había dejado fuera de juego a un buen número de españoles, a los que no se consideraba como tales. Causa pena comprobar en La Gaceta de Madrid la firma de un probo Presidente para autorizar la venta de un objeto en un convento de religiosas.
Volvemos a la Santina. La idea de una evacuación oficial de la imagen hasta la embajada en París no parece plausible, y por eso es más interesante. La imagen en sí, como objeto, no tiene un especial valor histórico o artístico, y sí lo tiene como símbolo, que no parece haber sido muy apreciado por entonces en las esferas oficiales. El mito de la salida clandestina de la Santina parecía más probable, al menos encajar en el sentido común, en una época en la que los asturianos éramos más aficionados al mechero que a la cera, o al menos aficionados en partes iguales, en una mezcla explosiva. Tampoco parece que el servicio de desinformación de Franco precisase de una tormenta de ideas para organizar una vuelta de la Santina, que como se decía entonces, fue "apoteósica". Si en algo estamos de acuerdo es en el cariño a esta advocación. Interesa por tanto conocer detalles de por qué las tres obras religiosas citadas, entre ellas la Santina, se conservaron, y no otras. No me imagino la embajada parisina como una especie de retablo de Maese Pedro albergando las miles de advocaciones tan queridas por toda la geografía española. Quizá este intercambio de opiniones le pille algo mayor a don Ángel Garralda, por el que siento una admiración cada vez mayor, y que tiene mucho que decir. La Republica fue una época interesantísima y convulsa. Si a la hora de hacer historia los sesudos profesores te advierten de que no hagas crónica, o sea relato de hechos, sino historia, me parece que una historia sólida precisa una buena crónica. Así, antes de enterarnos que Franco fue un señor que tuvo cuernos, habrá que explicar que era calvo. Me parece que el mito de la Republica protege-curas va a necesitar de una buena crónica. Que la Santina os acompañe.
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