La estrella de Gabriel
Querido Gabriel, no he tenido la suerte de conocerte nada más que a través de las fotos que la televisión y las redes sociales nos han mostrado todos estos días tras tu misteriosa desaparición. Sólo retengo en mis pupilas tu mirada limpia, tu sonrisa de inocencia, tu cara de niño, quizá pícaro y travieso; esa imagen nos llegó al corazón de millones de españoles, que de pronto nos sentimos todos como si fueras nuestro hijo, nuestro nieto. Hoy, cuando nos hemos enterado que tu vida había sido segada (muy probablemente por alguien muy próximo a tu familia), nuestros corazones se han encogido, hemos sentido como un fuerte latigazo, un latigazo de rabia, de impotencia, de incredulidad. Tu trágico final ha puesto una vez más en evidencia el grave problema de convivencia y de sentimientos que afecta hoy en día a millones de familias en España. Tu muerte, querido Gabriel, es el puro reflejo de los que, desgraciadamente, utilizan la vida de sus propios hijos como chantaje, como cruel venganza contra el otro, cuando la pareja o el matrimonio ya no funciona.
Hoy, todas las personas de bien de este país, los que amamos la vida, los que creemos que aquellos problemas que no se solucionen mediante la palabra, el diálogo, el entendimiento y la comprensión, jamás deberán serlo por la vía de la violencia y la venganza, nos sentimos huérfanos ante tu triste desaparición.
Querido Gabriel, si es cierto que en el cielo existen los ángeles, desde hoy tú serás uno más de ellos. Desde allí arriba, cuando mires hacia abajo con tus ojos de niño, no sientas odio ni rencor hacia los que te han quitado la vida, piensa que aquí abajo hoy somos millones de personas las que miramos hacia el cielo mirando aquella estrella que más brilla: esa estrella será ya para siempre tu estrella, la estrella de Gabriel.
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