Sigo pensando en ti
Querido güelitín, llega el día 19 de marzo, San José, hombre importantísimo en la iglesia, figura necesaria y principal para que el mismo Cristo tuviese figura paterna terrenal. Cuando uno piensa en San José queda sin palabras, hombre santo lleno de silencio y entrega. Persona noble, siempre dispuesta a servir, siempre aceptando las cosas como vengan, nunca poniendo peros ni por qué. Llevo, desgraciadamente, casi cuatro años que te tengo que encontrar en el silencio, te tengo que encontrar en la ausencia a la que no puedo preguntarle por qué no te puedo tener, tengo que encontrarte en la misma vida de San José.
Te llamas Juan en el carné de identidad, pero te llamaste José, bendita y acertada decisión que tu padre tomó cuando dijo que de Juan nada sino José. Tu padre sabía bien que tenías una misión muy importante que cumplir, que aceptarías las cosas como viniesen, que serías hombre de silencio y entrega constante.
Ahí donde te encuentro ahora, en el silencio, veo y repaso tu vida comparándola con ese santo que la iglesia y los cristianos celebramos estos días. No exagero, güelito, allí en ese silencio que a veces pone en mí imágenes vividas puedo decir que esos brazos sujetaban como los del mismo José. Brazos que casi no abrazaban sino que parecían un imán, no apretaban, protegían, protegían desde la libertad, siempre con silencio y pocas palabras. Palabras sencillas, siempre entendibles por todos, palabras de agradecimiento y apoyo para aquél que las necesitaba. Cuando la vida te presentó tantas y tantas voluntades amargas, el silencio y la mirada prudente hacían que todo se pudiese solucionar, nunca preguntabas por qué. Aceptabas y callabas. Qué acierto llamarte José.
Feliz día de San José, celébralo con la mirada hacia abajo, sabes que al cerrar los ojos y al abrirlos todos los días me encomiendo a ti. No veo tus brazos pero los siento. Qué acierto tu padre al cambiarte el nombre y llamarte José. Un besín, güelín.
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