Los diez mandamientos
Las feministas de CCOO editan un "breve decálogo" de diecinueve mandamientos para erradicar de las aulas el heteropatriarcado. Menos mal que el decálogo es breve, que de ser normal como el decálogo judeocristiano y represivo (valga la redundancia), tendría por lo menos diez mandamientos. Sabugueiro, un antiguo compañero de estudios, contaba que en su pueblo había un simple de espíritu que tenía ocurrencias divertidas; los vecinos las repetían y, así, iban pasando al folclore local. Una de sus gracias simples era que "una novena tenía que durar como mínimo nueve días". Tiempos recios aquellos en los que se desperdiciaba el talento. A aquel espíritu simple le harían hoy catedrático y lo liberarían enseguida poniéndolo a producir decálogos de progreso desde un despacho sindical.
En los diecinueve mandamientos se prohíbe entre otras cosas, bajo pecado mortal, la lectura de Marías y de Pérez-Reverte. La Celestina y el Burlador se salvan de la quema probablemente porque las comisarias no saben de qué va: Melibea a Calisto: "Tus deshonestas manos me fatigan cuando pasan de la razón. No me maltrates ni destroces como sueles". Calisto: "Señora, el que quiere comer el ave, quita primero las plumas". La Tisbea de Tirso: "Yo soy la que hacía siempre de los hombres burla tanta / Que siempre las que hacen burla, vienen a quedar burladas".
La sección femenina de un sindicato del Principado saca cada año un calendario de mujeres ejemplares; como los bomberos el suyo, pero con mujeres cabalmente vestidas, pues las ejemplares suelen ser señoras antiguas; sufragistas y en ese plan. Se atribuye el incendio de la Biblioteca de Alejandría al califa Omar, que lo habría justificado con esta disyuntiva sin salida: Si el contenido de esos textos coincide con el Corán, sobran; si no coincide, blasfeman. Con razonamiento similar, las sindicalistas de Comisiones podrían proponer como lectura obligatoria y única el calendario feminista; con lo que las aulas quedarían a salvo de cualquier contaminación heteropatriarcal.
Ni Pablo Neruda, a pesar de sus credenciales de comunismo y buena conducta, se libra de la censura. En este caso no les falta razón a las censoras. Al fin y al cabo, los versos más citados del poeta ("Me gusta cuando callas porque estás como ausente") no dejan de ser un desaire a la mujer. La amada aparece como una charrana sin remedio ("Me gusta cuando callas"), que el poeta está deseando quitarse de encima; por eso le gusta cuando calla; porque está como ausente. Algo parecido le pasa a uno con las sindicalistas. Le gustan liberadas porque están como ausentes. Lo que no deja de ser una bendición para los escolares que se libran de ellas.
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