¿Femi... qué?

28 de Marzo del 2018 - José Luis Peira (OVIEDO)

Cae en mis manos un libro destinado a niños de entre ocho a diez años, no es muy antiguo. Aunque no muestra ficha alguna estimo que no debe de tener más de una docena de años. Allí se exponen diversas opciones profesionales, para que los nenes se vayan orientando, supongo, a la vez que ejercitan eso de leer, todo muy pedagógico con sus dibujitos y colorines. Se van describiendo sectores, así, en la doble página dedicada a la rama sanitaria se describe al cirujano y sus funciones, al cardiólogo, al médico de familia y sí; a la enfermera y la farmacéutica.

Pasamos de página, en la descriptiva de las funciones administrativas se representan al director general, al informático, al jefe de publicidad, presidente, las secretarias y las limpiadoras. No sé si a estas alturas de mi descripción han notado algo raro. Lo aclaro para lentos: los roles que se describen en un libro del siglo XXI para niños sitúan a la mujer como un complemento funcional, incapacitado para asumir ciertos desempeños. Tanto es así que puede parecer que a las farmacéuticas les dan la titulación con los puntos de telefonía.

Así están las cosas, aún. De manera que no sorprende ver que algunos rabien irracionalmente ante casi cualquier aspecto reivindicativo que provenga del universo femenino. No me refiero a los miembros del gobierno, que tuvieron que correr indignamente a última hora a ver si pillaban abierto un chino para comprar cintas a fin de lucir lacitos el 8M y aparecer más feministas que la madre que los trajo. No, de la alta clase política y sus trucos con naipes marcados no merece hablar, me refiero a esos ciudadanos que sencillamente se sienten agredidos ante la perspectiva de unas reclamaciones que serían imposibles de negar desde la lógica más elemental.

Apelar, como hacen algunos, a la casuística, para señalar las deficiencias del frente reivindicativo es menos que escupir al aire, ya se sabe; jugador de chicas perdedor de mus. Más desubicados, si cabe, quedan los del yo no he sido, yo no he matado a ninguna mujer, por lo tanto no soy machista.

A mí me gusta comparar esta situación con el episodio de las reclamaciones de los negros en los Estados Unidos. Particularmente en la etapa de máxima ebullición que debieron de ser los años sesenta, ya se sabe: Luther King y tal. Convengamos que no todas las personas blancas habían perseguido negros con capuchas y antorchas. Pero no merece detallar ni una pequeña parte de las infinitas limitaciones sociales que sufrían millones de seres humanos por condición racial.

Incluso la más buena gente posible asumía vivir en una sociedad en la que, de cotidiano, elementales derechos sencillamente no existían o podían ser vulnerados sin problemas, la inspiración de las cartas fundacionales de los padres de la patria sólo eran aplicables al blanco y millones de ciudadanos de bien que pululaban por una nación en inmenso desarrollo convivían con esa miseria ética sin hacerse preguntas. Sencillamente, eran así las cosas. Cabe imaginar un libro semejante al que menciono sólo con dibujos de blancos para definir profesiones excepto para jardineros o chachas. Y todo tan normal.

Es de imaginar que alguno, enrabietado por las marchas de la igualdad y la emergencia de toda clase se líderes contra el racismo señalaran las grietas del frente reivindicativo; que si ese negro no paga impuestos, que si ese otro estuvo en prisión y que aquel otro copiaba en clase... cosas así. Sin embargo, a día de hoy, tras el paso de todo un presidente negro por la Casa Blanca, y aún pendientes de una igualdad absoluta, podemos definir en la distancia a quienes obstaculizaron de palabra, obra u omisión a todo el proceso con cuantos adjetivos nos vengan en gana, siempre que sean descalificadores, porque, igual que en el caso que nos ocupa en estos tiempos, no había razón objetiva desde el mínimo aspecto moral, para negar esa integración de toda una raza en la sociedad.

Se diría que los hay que tienen aversión a los cambios y a cualquier aspecto que los invoque, si no ¿admitiríamos a alguien que consideremos normal sostener que el techo de cristal de los negros sólo beneficiaría a Sidney Poitier que quiso ganar lo mismo que Rock Hudson?

Algunos vienen haciendo exactamente lo mismo, incurriendo en una contradicción sin sonrojo; pues subrayan a individuos para descalificar la razón de un todo y es a ese todo, al que por cierto pertenecen, al que niegan la existencia. Las espinas son parte de la rosa, no alcanza con señalarlas para inhabilitar su fragancia.

Conviene pensar en ello.

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