Quini, GRANDÓN, perdónanos
Mucho se ha escrito y hablado estas últimas fechas sobre Quini y creo que aún se continuará hablando y escribiendo mucho más. Esta carta sólo pretende rendir mi pequeño homenaje a Quini y exponer unas opiniones y comentarios personales sobre esta gran figura, grandón entre los grandes.
He de decir que no conocí personalmente a Quini, bueno, tomé un par de vinos con él y otras personas en un bar del gijonés barrio de El Llano allá por 1989. Le vi jugar, por primera vez, en El Molinón con el Sporting, entonces en Segunda División, en la temporada 68/69. En esa misma temporada, más bien curso, ingresé en la Universidad Laboral y como alumno podía ir al Molinón pagando únicamente 10 pesetas, gracias a un convenio que había entre el Ayuntamiento, el Sporting y la Universidad de Oviedo. De otra forma no me hubiese sido posible verlo con tanta frecuencia.
Quini había finalizado su etapa de futbolista profesional en 1987, después de triunfar en el Sporting, el Barcelona y de nuevo el Sporting. Aún mantenía en su mente muy vivo el amargo episodio de su secuestro en 1981 durante su etapa en Barcelona. Esto, aunque Quini los perdonó, no cabe duda de que dejan una huella muy profunda e inolvidable en su persona.
Después de su retiro profesional Quini pasó una pequeña crisis, como cualquier persona de a pie, de orden familiar, laboral y financiera. Por entonces tenía que trabajar en lo que le saliese, aprovechando todas las oportunidades. Poco a poco levantó cabeza y superó los problemas por sí mismo y también contó con la inestimable ayuda del Sporting, donde primero fue secretario técnico, después responsable en Mareo y finalmente Delegado del Sporting. A partir de aquí parece que Quini vuelve a renacer.
En 2005 le sobrevino a Quini un maldito cáncer del que le costó mucho salir, después de varias operaciones y gran sufrimiento. Tuvo fuerza, coraje y muchas ansias de vivir para superarlo y fue a partir de su recuperación cuando comenzó a transmitir y compartir sus vivencias, la necesidad de luchar para vencer y las ganas de vivir.
En los últimos años Quini era el hombre que atendía a todo aquel que le llamaba o solicitaba su presencia, a niños y adultos, a enfermos y sanos, a las peñas y organizaciones, a eventos de cualquier tipo. Se prestaba a ello sin problema alguno, ya fuera en Gijón, en Asturias o fuera. Casi se podría decir que era su dedicación exclusiva, sobre todo cuando dejó de ser Delegado del Sporting en 2015. Pasaba todo el día fuera de su casa e incluso algunas noches cuando viajaba fuera. Esta vida cuando se repite a diario cansa a cualquier persona, hoy aquí, mañana allá y pasado no sé dónde. Le escuché decir en una entrevista reciente en la TPA que se sentía un poco abrumado por tanta popularidad, por tantos compromisos y que se sentía algo cansado. Quini no sabía decir no, y eso es un gran defecto pero una inmensa virtud. Me comentaron en Casa Corujo que Quini había estado comiendo con Rufo Corujo, una de sus nietas y otras personas, cuatro días antes de su fallecimiento, sin otra pretensión que agradar a la pequeña y pasar un rato con unos amigos. Seguro que hacía visitas muy agradables sin el menor problema, pero otras, que nunca rehusaba, veía situaciones nada agradables y compartía el dolor y el problema.
El querer cumplir y satisfacer a todo el mundo no cabe duda que le afecta a Quini, tal vez un sin vivir, tal vez una fatiga, tal vez un riesgo de tensión permanente, en fin, tal vez un estado general muy complicado para preservar su salud. No soy nadie para deducir que su corazón falló por este motivo, que cada uno piense lo que quiera. Ese gran corazón que tenía Quini para con sus semejantes no era algo mecánico, es algo subliminal y nunca dejará de funcionar. Quini, grandón, perdónanos si hemos abusado de tu confianza, perdónanos si hemos sido egoístas contigo, perdónanos por haberte querido tanto y perdónanos por no olvidarte nunca. Gracias.
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