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El testimonio del rector Alas sobre la destrucción de la Universidad en 1934

24 de Febrero del 2010 - Juan Ramón Coronas González (Oviedo)

En 1934, durante las bárbaras jornadas de la llamada Revolución de Octubre en Asturias, era rector de la Universidad don Leopoldo García Alas –el hijo de Clarín–, que había sido elegido por el claustro, por unanimidad, al proclamarse la II República y después de haber presentado su dimisión, por el cambio de régimen, el anterior rector, don Isaac Galcerán Cifuentes.

El 17 de octubre de 1934, apenas tuvo oportunidad y lugar seguro, el rector Leopoldo García Alas convocó un claustro extraordinario en la Universidad para analizar lo sucedido y tomar los acuerdos que con urgencia deberían adoptarse para la salvación material y académica de aquellas cuatro paredes, aún con olor a rescoldo y dinamita. Reconstrucción material y reconstrucción académica.

Pero no vamos a entrar en las numerosas cuestiones que allí se trataron, sino que lo restringiremos a aquella parte del acta que contiene el informe que el rector ofreció a un claustro al completo –asistió hasta un veteranísimo D. Aniceto Sela, aunque jubilado, por una ley entonces vigente (los catedráticos en esa situación seguían perteneciendo al claustro), del brazo de su hijo don Luis–, informe que recoge lo que él presenció sobre el incendio y destrucción de la Universidad.

El citado 17 de octubre, a las cuatro de la tarde, en el llamado Pabellón de Ciencias, que no sufrió daños mayores, situado en la parte posterior del edificio histórico, se reunió el claustro: actuaba como secretario el secretario general de la Universidad, don Guillermo Estrada. El acta es del siguiente tenor:

«En la cátedra de Química Analítica del Pabellón de la Facultad de Ciencias, y bajo la presidencia del Excmo. Sr. Rector D. Leopoldo García Alas quedó reunido el claustro ordinario de esta Universidad a las cuatro de la tarde y con la asistencias de los señores catedráticos y profesores que al margen se expresan (veinte profesores).

»El señor rector dice que no puede darse lectura al acta de la reunión anterior por haber desaparecido todos los libros de secretaría en el incendio que destruyó por completo la Universidad.

»A continuación hace uso de la palabra para exponer el doloroso motivo de esta reunión, conocido de todos y que a todos ha de impresionar vivamente por el cariño profundo que sentían por nuestra gloriosa Universidad.

»Añade que por vivir muy cerca del edificio (todos los presentes sabían que vivía en la calle Altamirano) tuvo el sentimiento de presenciar parte de lo ocurrido y describe cuanto pudo apreciar desde su casa. Procuró mandar el recado al comité que actuaba en este área (¿?) pero no le fue posible. El hecho ocurrió el día mismo en que se retiraban los que se apoderaron de la Universidad. Tengo la seguridad –añade– que la destrucción no fue consecuencia de un accidente de la lucha, sino que la Universidad fue incendiada con toda intención.

»En la investigación que se hizo al día siguiente de restablecerse la paz, se encontraron cierres de bidones de gasolina y otros objetos que prueban cómo el incendio fue provocado. También hubo diversas explosiones que contribuyeron a la destrucción y aniquilamiento de los arcos y paredes del claustro. Decir que protestaba con toda energía de lo ocurrido, y que la desgracia le llega al alma, como a la de todos, es inútil. De eso ni siquiera debe hablarse».

Este es el breve y contundente testimonio del rector de la Universidad, testigo directo del suceso. Su atenta lectura no precisa mayores aclaraciones.

Del testimonio del rector se desprende que algunas de las teorías que de forma interesada, según la parte, se manejan sobre cómo y por quién fue destruido el edificio académico pueden ser muy dudosas e incluso basadas en falsos testimonios de quienes fueron testigos, pero que después quisieron eludir su responsabilidad.

Lo que no creo que pueda ponerse en duda es la sinceridad del rector Alas, por otra parte no puesta en duda por ninguno de los presentes en aquel claustro y que también pudieron vivir aquellos días. «La Universidad fue incendiada con toda intención», frase lapidaria que, opino, despeja muchas elucubraciones.

Lo que sí se deduce y que se derrumba de forma contundente es la teoría de la famosa bomba que la aviación republicana hubiera lanzado sobre el tejado de la Universidad e iniciado el incendio. El rector Alas para nada cita que hubiera sobrevolado la zona avión alguno. En tal caso lo hubiera incorporado a su informe. Y si el que estaba allí no oyó avión alguno, es que no hubo avión, y claro está, ni bomba.

También sorprende que un documento como el testimonio del rector, que consta en el libro de actas del claustro de la Universidad y ya, creo, en la página web de la misma, no sea citado o tenido en cuenta o resulte desconocido para quien no debiera serlo.

Juan Ramón Coronas González

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