Debates estériles sobre la caza
Resulta estéril pretender que los cazadores, por más que nos invada un pensamiento ilusorio que nos aliente a concebir esperanzas de lo contrario, consideremos que, a través de medidas de persuasión dialéctica para el convencimiento, pretendamos que aquellos movimientos que hacen suyas las reivindicaciones de la radicalidad dogmática contraria a la actividad que practicamos, cedan en sus propósitos de seguir con su agresor discurso. Para la caza, la tenencia y uso del pragmatismo de todos sus miembros ante un rechazo "tribal" de su actividad con tan señaladas características, seguramente sea el antídoto que se requiere emplear como mejor fórmula de atajar perjuicios disfrazados de redomados embustes.
No es a los personajes que actúan desde el ceremonial del agravio hacia el cuerpo social de la caza y todo lo relacionado con ella, a quienes debamos de convencer. Complicado revertir desde el diálogo, el sentido de un tipo de tendencias excesivamente provocadoras, cuando en el interlocutor no hay voluntad de hacerlo. No hay peor necio que aquel que no quiere entender. No obstante, tratemos de reducir los cazadores, mediante el empleo de estrategias relacionadas con la docencia, que un sentir opuesto a la cinegética consiga entronizarse a perpetuidad ganando adeptos para su causa entre la ciudadanía.
Más que seguir con este ideal de respuestas elevadas al mismo rango y tono de los despropósitos que se lanzan sobre la caza, que lo único que hacen es enardecer los ánimos del contrario, puesto que está comprobado que nada se consigue; más bien, por el contrario, resulta perjudicial para lograr una supuesta comprensión, lo necesario, más que conveniente, es lograr reducir en la medida de lo posible un sentimiento progresivo de rechazo por la sociedad hacia nuestra actividad. La vía para convencer, si buscamos, es posible encontrarla a través de la presencia participativa de las organizaciones gestoras de la caza e instituciones públicas en programas continuos de un mayor nivel informativo y pedagogo, sin excluir el mantenimiento de una estrecha colaboración con proyectos educativos que guarden interacción entre dos mundos que se complementan referidos a la defensa del medio ambiente y la caza.
Se hace muy difícil, por no decir imposible, el entendimiento con aquellas afiliaciones del gremio ultra-conservacionista que persiguen con fijación (hoy más que nunca) el objetivo de que la caza sea una actividad prohibida. No existe disposición por estos grupos de rebajar su posicionamiento crítico y hacedor. Las réplicas recibidas forman parte de una fuerte sobredosis de intransigencia de la que vienen dando muestra estos señalados creadores de una atmósfera social contraria hacia el movimiento y dinamismo que la venatoria tiene a bien ejercitar como servicio a la sociedad.
En definitiva, es muy importante ahondar en la conveniencia de ser extensos e intensos en los mensajes que desde la caza se tiene que enviar a los ciudadanos. Es cuestión de cultivar ambientes educacionales. Aquí en Asturias, no se hace así. Por más que al decirlo haya quien se enoje y muestre su malestar.
Eduardo Bros Martínez, Oviedo
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