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Cataluña, lamentaciones a destiempo

31 de Marzo del 2018 - José Luis Álvarez Lauret (Gijón)

Escuchando los discursos de los portavoces de los grupos políticos nacionalistas y separatistas en el Parlamento catalán, es para ponerse en lo peor. Se les ve convencidos de estar en posesión de la verdad más absoluta, y dan la impresión de ver todo lo que les está pasando como una venganza del Estado español contra ellos, que parece se olvidan de que también forman parte de esta España que tan descaradamente demuestran despreciar, y que tiene unas leyes y normas que son de obligado cumplimiento para todos, desde la máxima autoridad hasta el último en el escalafón de la ciudadanía.

Sin ser ningún experto en temas políticos ni sociológicos, uno llega a la conclusión de que esto no surgió así, por generación espontánea, como cuando nos llega una plaga o una epidemia con la que no contábamos. No, esto se veía venir desde hace muchos años; en mi opinión, España hace años que dejó de cumplir con sus obligaciones en esa parte de su territorio. No quiero decir que les haya negado derechos que nos daba a los demás, más bien al contrario, se les fue alargando el ramal, cual niño rebelde y caprichoso que llegado a mayor ya no hay posibilidad de reformarlo y hacerle ver que lo que pretende hacer, y hace, no se corresponde con la correcta conducta, entendida como estándar y de buena convivencia con familia y vecinos.

Si se permitió durante décadas, según parece, que en las escuelas de esa parte de España se educara a los niños y jóvenes con el mensaje mal intencionado de que España es una especie de potencia opresora que los tiene colonizados y tratados como a ciudadanos de segunda, pues el resultado ahí está; aquellos niños de hace años hoy son hombres y mujeres que rebosan odio a España por cada uno de sus poros.

Los distintos gobiernos centrales formados por el bipartidismo habidos hasta hoy cada vez que se veían en minoría y necesitaban dar esquinazo al partido mayoritario en la oposición no dudaban en recurrir al apoyo de los nacionalistas tanto vascos como catalanes, aflojando las bridas, el ramal y cuanto hiciera falta, con tal de seguir en el poder aunque fuese pactando con el mismísimo diablo. Que no nos vengan ahora unos y otros con disculpas, así fue, y para nuestro mal, por desgracia para el resto de los españoles, según mi opinión, así seguirá siendo. El poder da muy buenos frutos, y, según parece, nadie de cuantos lo consiguen está dispuesto a perderlo, cueste lo que cueste. Los ciudadanos, una y otra vez, cándidamente votamos y entregamos nuestros votos a aquellos con los que simpatizamos, confiados en que nos serán fieles, pero una y otra vez nos traicionan y no escarmentamos. Algunos que, equivocados o no, ya estamos curados del sarampión político de tantos años de epidemia, nos quedamos en tierra de nadie y les recordamos a quienes aún confían la moraleja de la fábula que dice: “Reveses de fortuna llamáis a las miserias, ¿por qué, si son reveses de la conducta necia?”.

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