Paniaguados
Veo a un conocido personaje en televisión. Es un tertuliano de muchos programas y canales, si bien el presume con todo su derecho de doctor y profesor. También de catalán y madre pensionista. Esta persona se ha convertido en una suerte de portavoz satélite del Gobierno, fervoroso adalid que defiende panza arriba al partido hasta unos extremos de indignidad asombrosos, pero él verá. Así se va ganando la vida y así le acariciarán el lomo algunos. Hay perritos que mueren por mover la cola un poquito más. Así, sin rebozo, patas arriba y con la lengua de medio lado.
Reconozco que le sigo poco, a él y a todos, me aburre la politización informativa, aunque cada tanto me detengo un ratillo a mirarles, como se mira al oso o al hipopótamo en el zoo, por si se le ocurre hacer algo diferente. En la última, el personaje citado, con su tono condescendiente de perdonavidas, erigido en un pedestal sobre el que él se imagina, pontifica sobre el sistema de pensiones que, asegura, es insostenible.
No me siento en igualdad de condiciones para rebatirle tal aserto, si bien otros ilustres economistas y observadores parece que discrepan al respecto. En cualquier caso, y pasando por alto que se vació la caja de las pensiones para rescatar a los pobres bancos, comodín que me resisto a usar, algún ciudadano, que no merezca mirar al ínclito personaje a los ojos desde la suela de sus zapatos, con una EGB mal terminada en la que sólo aprobaba recreo y pellas y copiando, podría decirle que transmita a sus patrones que están precisamente para eso, para idear algo, si es que el sistema de pensiones actual es insostenible, que sustituya al anterior, a ser posible sin apelar al atajo facilón de que cada cual se pague un fondo.
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