La bondad elegida
“Se interesan por algo que está fuera de ellos”
En el curso de la original proyección “La casa junto al mar”, una voz pronuncia la frase que encabeza estas líneas. Hay que archivarla en la memoria, para descifrarla después; se descubre que está inspirada en una obra del poeta, narrador, dramaturgo, y empedernido fumador, Bertolt Brecht (Augsburgo 1898-Berlín Este 1956). Brecht tuvo la fortuna de ser movilizado a los 18 años para la guerra europea, cuando cursaba 1. ª de Medicina; así que trocó las ciencias por las letras, y no le fue mal.
Entre sus 40 obras para escena la primera muy exitosa, de 1928, fue la “Ópera de tres peniques” –con alegre música de Kurt Weill– que refleja la hipocresía de “los gansters de levita”, y es crítica con la burguesía. Para entonces Brecht ya tenía una ideología marxista, siempre muy distante de la oficial; y nunca se afilió al Partido. Con la llegada de Hitler al poder, se exilia en 1933. Entre sus dramas destaca “Madre Coraje y sus hijos”, estrenada en Zúrich en 1941, paradigma del dualismo tan frecuente en sus obras; la madre con su carro de cantinera que le permite subsistir gracias a una guerra que le arrebata a sus tres hijos. “La madre coraje no es una inconsciente que olvide su instinto maternal ni una mujer que le guste la guerra; es las dos cosas”, como símbolo de la alienación de aquel tiempo. El sistema soviético quería que el personaje llegara al final menos emocional y más “realista”, pero Brecht, pese a su afinidad ideológica estaba nacionalizado en Austria, y no accedió al cambio. La obra casi no se representó en Rusia, y a Brecht apenas se le cita en la Enciclopedia Soviética. Su exilio duró hasta 1948 cuando se residenció en Berlín Este, porque sólo allí tendría un teatro y unos actores óptimos para sus obras. Durante su estancia en EE UU fue enjuiciado por el Comité de Actividades Antiamericanas, y halló refugio en Suiza.
Y ¿qué hay sobre el título de estas líneas, “La bondad elegida”?; pues que la obra de Brecht, en la que se dice está inspirado, es “La persona buena de Se-Chuan”, la joven meretriz Shen Te que se compadece de Sun, un piloto desesperado que para recuperar su empleo necesita dinero. Shen Te vuelve a casa: “hoy siento mi corazón ligero, he venido mirándome en todos los escaparates y tengo ganas de comprarme un chal; quiero estar bonita”. La chica ha de volver a su oficio para ganar dinero para el piloto. Surgen más necesitados, dos míseros ancianos a los que hay que socorrer, y el dinero mengua. En línea con el dualismo brechtiano, Shen Te ha de inventarse un primo rico, Shui Ta (ella misma) que proveerá en la boda. Naturalmente el primo y el dinero no aparecen, y no hay boda. Shen Te ha fracasado en su amor por cumplir el mandamiento de amar. “Pues sí, yo soy Shui Ta y Shen Te, las dos, buena para los otros y buena para mí. He cometido todos mis pecados para ayudar a mis vecinos, para amar a mi amado, y evitar a mi hijito la miseria”.
Una vez más, subyace el pensamiento de Brech: “La caridad debe institucionalizarse, so pena de convertirse en caridad de invernadero”, y cambiarle de nombre, se podría añadir.
Para una interpretación más simple de “La bondad elegida”, hay que empezar por hacer un elogio de la lengua castellana que, a diferencia del alemán y del inglés, nos permite bailar el orden de los adjetivos, antes o después del sustantivo, y con ello variar su significado, de “Der gute Mensch von Sezuan” (La buena persona de Se-Chuan) al muy distinto y mejor de “La persona buena de Se Chuan”. Es decir no se trata de l apersona bonachona, bondadosa, de la bonhomía, el “buenísmo”, la mera bondad contemplativa y emocional, sino de la bondad activa, la que al sentimiento une el pensamiento y la acción vigorosa –o la inacción comprensiva– que surge de la visión de las carencias propias y ajenas; la que trasciende el tú, el yo, y el tú y yo; la bondad rescatada, “la tercera cosa” que decía Brecht. “La bondad elegida”.
José María Izquierdo Ruiz
Oviedo
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