El adiós del pastor
Se nos fue un hombre irrepetible en el concejo de Caso. La tercia de Bueres llora a uno de sus vecinos mas queridos. Saturno Isoba se despidió de forma callada, dejando un vacio entre sus vecinos y amigos.
Un buen amigo común, proveniente de lo vertical de los Beyos, describia así a este singular pastor: Saturno Isoba fui un "jipi" de la universida, un catedraticu de les mayaes.... Un home con una filosofia de vida que por incomprensión nuestra lu llevo a pique, como barcu de papel enfrentándose les galernes del Pacificu.....
Era un home que no era ñaciu pa ser amigu de cualquiera que no supiera leer tan complicau llibru, una mente privilegiada tan capaz de comer na mesa de un marques como de comer en una madreña..... ¡A pesar de lo inadaptau un home que se adaptaba tantu a besar la mano d'un probe como a morder la de un rey!
Un home que asustaba a primer güeyazu pero que a pocu que lu escuchares te atrapaba na nobleza de so saber..... ¡Secu como'l baral de un carru, cortante como un sable ya a les veces friu como un caranbanu en xineru pero lluego calidu y acoyedor como una fornica nun dia de inviernu! Palabras precisas, y que describen muy bien como era nuestro amigo. Nos quedaron muchas conversaciones inacabadas, mientras sonaba Sabina, desgarrando un lamento. No eras poeta, pero entendías como nadie las palabras. Por un momento te asocié con Miguel Hernández, pastor como tú, y García Márquez, que tanto te gustaba. Saturno era un alma libre que miraba con clara mirada a los hombres. Amigo fiel, de las personas a las que brindaba su amistad, y profundo conocedor de muchas disciplinas.
En una encrucijada de su vida, tomó la decisión, quizás equivocada de dedicarse al mundo ganadero. Una vida dura y sacrificada, que le impidió dedicarse a cultivar una mente privilegiada, que hubiera alcanzado cualquier meta que se propusiera. En su época de estudiante tuvo acceso a un ambiente libresco y cultivado, que siempre procuró ampliar en las contadas veces que hacía alguna incursión a bibliotecas y librerías. Esa afición nunca la perdió, y el viejo desván de su casa seguro que atesora muchas joyas bibliográficas que ahora quedan huérfanas de ojos que las contemplen.
Descansa en paz, en las infinitas praderas del cielo. Nosotros nos quedaremos con la ausencia de tu amistad, mientras paseas por senderos y mayadas al encuentro de tus animales, desconcertados sin la presencia de su pastor.
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