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Nadie en el Tercio sabía

6 de Abril del 2018 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Se habla mucho del fervor del converso; bastante más que del rencor del renegado, que viene a ser su simétrico anticuerpo, su contrafigura oscura en el espejo. Tras las manifestaciones más estridentes de cristofobia y anticlericalismo suele estar algún exseminarista, o algún fraile o monja exclaustrados. O sin exclaustrar: los adversarios más rabiosos de Ratzinger eran clérigos en ejercicio. Un ejemplo típico de truculencia anticlerical nos lo ofrece "El novio de la muerte", que publicaba LA NUEVA ESPAÑA en su edición del 2 de los corrientes.

Las referencias en el texto a la Salamanca universitaria son tan reiteradas que no es arriesgado maliciar que lo firma un antiguo alumno de la Universidad. No de la que presidió Unamuno sino de la otra, de la Pontificia, cuya sede histórica se sigue llamando "la Clerecía". ¿Por qué será? Lo que saca de quicio al que, para entendernos, llamaremos el antinovio, es "ver a cuatro ministros cantando a pecho descubierto "El novio de la muerte". No es para menos. Pero por qué los vio, ¿no tiene mando a distancia? Y si hasta en La Sexta daban procesiones, siempre puede instalar una parabólica para conectar con TV3 y asistir en tiempo real al viacrucis laico del procés, ese ramadán que solo dura 12 meses y pico al año.

Lo que tiene peor remedio es lo de los "descerebrados que desfilan con un Cristo a hombros en actitud de desafío". Desde luego, sería más edificante pero poco verosímil el espectáculo improbable de una coreografía de legionarios ataviados con tutús o navegando por el aire colgados en un cesto, como los querubines de Papageno en la Flauta Mágica. Sin embargo, no debiera el antinovio descartar a priori que esos caballeros tengan su amor propio y, antes de llamarles "descerebrados", "a pecho descubierto" (como los ministros canoros), más prudente sería protegiéndose con chaleco antibalas y con casco.

Trágico destino el de esta sempiterna "España preconstitucional, donde la injerencia de la Iglesia en la cosa pública es asfixiante y vergonzosa". A diferencia de las democracias decantadas de Dinamarca, Holanda e Inglaterra, cuyas reinas presiden las iglesias nacionales respectivas y nombran y pagan a sus obispos. En Inglaterra fue Enrique VIII el que rompió con Roma pero la auténtica forjadora de la Iglesia Anglicana fue su hija Isabel, la reina virgen que no tomó marido. Sólo tuvo amantes. "Tomen ejemplo de Francia", cuyo presidente, Mitterrand, tuvo dos funerales a falta de uno: el de su parroquia natal, Jarnac, y el de Estado en Notre Dame de París.

Para qué perder el tiempo con datos y razones si estas truculencias anticlericales son manifestación de una sobredosis de clericalismo que no se aliviaría con argumentos sino con un lavado de estómago. Pero que mal sientan esos modales desaforados y antisistema en un probo funcionario que cobra religiosamente sueldos y trienios dirigiendo entes provinciales en una Castilla gobernada por la derecha desde los tiempos de don Recaredo.

Ramón Alonso Nieda, Mesariegos (Parres)

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