Hijos únicos
No es ninguna noticia nueva saber que la natalidad en España ocupa uno de los últimos lugares de Europa. Como consecuencia de esto en nuestro país abundan los hijos únicos. Cada pareja sabe las causas que motivaron un solo descendiente. Algunas de ellas pueden ser: la incorporación de la mujer al campo laboral, la crisis económica, la comodidad, la edad avanzada de uno de los dos, las uniones temporales, etcétera. Pero la realidad es que aumenta considerablemente el número de hijos únicos aunque sigue siendo la parejita el número de hijos por matrimonio más abundante y más deseado.
No tienen muy buena prensa los hijos únicos. Se dice que son mimosos, caprichosos, egoístas, egocéntricos, etcétera. No estoy de acuerdo con estas afirmaciones tan radicales cuando en realidad las diferencias no son, a mi juicio, sustanciales. Los hijos únicos, al igual que ocurre con los demás hijos, serán principalmente según los eduquen sus padres y ocurre muchas veces que son menos felices uno solo que en una familia con varios hijos.
Los hijos únicos con frecuencia pertenecen a familias pequeñas y los padres, cuando se reúnen por alguna causa aprovechan la ocasión para presentar a los nuevos miembros sobre todo a los que hace mucho tiempo que no se ven y es cuando se da curiosa la situación: los hijos únicos quisieran tener varios hermanos y los que no lo son quisieran ser hijos únicos. Esto nos viene a decir una vez más: los dos grupos tienen cosas más atractivas y otras menos. La tarea de los padres es lograr que se vayan acercando en sus actuaciones.
Unos pocos consejos para estos niños. Desde bien pequeños hay que fomentar el trato con niños de su edad para hacerlos sociables y que aprendan a compartir y comprobar que no todo les pertenece. Otro consejo es lograr que en el colegio practique algún deporte grupal (fútbol, balonmano, etcétera). En ellos aprenderá a compartir tiempo, juego y luchar, junto con sus compañeros de equipo por un objetivo común.
En fin, los hijos únicos, en su mayor parte, serán lo que quieran sus padres. Sin olvidar la consigna: “Queremos niños felices”.
Fernando García Bernardo
Gijón
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