Pólipos
Guardo un grato recuerdo de mi breve estancia en hospitales. He oído decir a algunos que es como irse una temporada de vacaciones, no tienes que cocinar en casa y la comida, aunque sea pollo cocido, te la dan hecha. Digo grato porque soy un gran aficionado a las pelis de terror y si estás ingresado evitas pasar por taquilla a pagar la entrada, te la dan hecha. Una vez que yo recuerde, hace ya más de 25 años fui de vacaciones al hospital de la Cruz Roja a operarme de pólipos en la nariz. No había problema alguno, me iba a operar un reputado otorrinolaringólogo, lo que da a la cosa cierta seguridad. Llegado el día señalado el celador aparcó mi camilla en el pasillo a la entrada de quirófano a esperar turno y yo me entretenía con los delirios de la anestesia del paciente anterior, mi predecesor. Una semana después, cuando el eminente y reputado doctor liberó de la porra hinchada las gasas..."¿Qué me ocurre, doctor, que respiro mal?" "Sí, es que te dejé un pólipo ahí (en la porra). No te preocupes, cualquier día pasas por aquí y te lo quito" (como si entrar en un quirófano fuera lo mismo que hacerlo en un bar de copas). Y luego, se fue a su consulta privada.
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