LA SEMILLA DEL DIABLO
Hace unos días acudí a una charla/debate organizado por el Aula Cultural de LNE, sobre la polémica ley introducida en el código penal en el año 2015, gracias a la mayoría de la que gozaba el PP, "La pena permanente revisable", una expresión hipócrita para no llamarla por su verdadero nombre, "cadena perpetua", con lo que, no sólo se rompía con una tradición y una cultura europea sobre el sentido de las condenas, sino que se vulneraba gravemente la Constitución que recoge precisamente esa cultura y esa tradición europeas en el contexto de los Derechos Humanos y que no es otra que la prisión no puede tener otro objetivo que "la reeducación y rehabilitación del penado" (art. 25.2).
Los tres ponentes se esforzaron en poner en valor éste principio, fruto del consenso alcanzado por las fuerzas políticas en 1978. Para que ello fuese posible se procedió en los años 80/90 a desarrollar el precepto constitucional que, junto con las dotaciones presupuestarias imprescindibles, fueron tomando cuerpo en forma de programas de rehabilitación dirigidos técnicamente por psicólogos, terapeutas, pedagogos, trabajadores sociales...Fruto de todo ello y después de muchos años de su puesta en marcha se consiguió la rehabilitación de miles de penados cuyas biografías personales, lamentablemente, no son de interés informativo, porque el foco sólo se centra en los que han reincidido y, especialmente, en los que alimentan el morbo de la sociedad del espectáculo en la que nos hemos instalado.
De nada sirvió el esfuerzo de los ponentes (especialistas en la materia) por demostrar que la introducción de ésta ley en nuestro ordenamiento jurídico supuso una involución en el camino por la construcción de una sociedad que respete los Derechos Humanos, ya que el coloquio posterior demostró otra realidad. Una triste realidad, la sensación que muchos ciudadanos tienen de que éste es un país donde el asesinato de menores, las violaciones, los crímenes más horrendos se producen todos los días, en la esquina de cada barrio, de cada pueblo de cada ciudad.
De nada sirvió el esfuerzo por demostrar estadísticamente, con datos de organismos internacionales, con encuestas y trabajos de investigación que España es el segundo país más seguro de Europa, sólo por detrás de Austria. De nada sirvió demostrar que el índice de criminalidad había descendido notablemente en los últimos años, España es el segundo país de la U.E. con la tasa de asesinatos más baja, ésta se situó en 2016 en un 0,63% por cada 100.000 habitantes; sólo Austria presenta un índice más bajo, un 0,47%. De nada sirvió demostrar que el índice de reincidencia de aquellos presos que una vez cumplida su condena, salen a la calle, es el más bajo de toda la U.E.
De nada sirvió (ni sirve) porque lo que está en la retina de la ciudadanía instalada en la "cultura de sálvame", son las atrocidades cometidas a inocentes como Diana Quer, Mari Luz Cortés o Marta del Castillo, cuyos padres, que merecen toda la solidaridad del mundo y el respeto a su sufrimiento, se han convertido en una especie de portavoces de la sed de venganza que reclaman algunos ciudadanos (linchamiento incluido) para que los asesinos de pudran en la cárcel y en la coartada perfecta de un gobierno que tiene a gala entonar "El novio de la muerte". Esto pedían las personas que intervinieron en el coloquio de Gijón, sin ningún rubor.
Nadie puso en valor, ni destacó la ejemplaridad de los padres de Gabriel que superando el dolor, piden que se deje trabajar a la justicia y que los ciudadanos nos olvidemos de la "bruja mala". La ciudadanía no lo pone en valor porque eso "no vende", no alimenta el morbo ni las bajas pasiones. No veremos a los padres del "pescadito" en el Congreso de los Diputados aplaudiendo el "aquelarre" del PP, porque no quieren alimentar la semilla del diablo en una España y en una Europa que retroceden de manera alarmante a tiempos que creíamos superados.
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