El gigante del Principado de Gales no es egoísta
Es una larga historia con un final feliz, aunque parecía imposible por cómo habían ido los asuntos en ese Principado, cuna de reyes, príncipes, princesas y dragones milenarios, origen de batallas, duelos e historias que cambiaron el mundo; pero, no se sabe de dónde, emerge un gigante enorme, duro de corazón y falto de generosidad y compasión por todo lo que le rodea.
Este gigante no podía soportar a los niños, nunca se supo por qué, pero tampoco gustaba de una relación demasiado estrecha con sus profesores. Como resultado, siempre se alejaba de unos y de otros; sólo se dedicaba a emitir “comunicados oficiales”, siempre a través de sus subordinados –que si ojo con los deberes, ojo con saltarse los porcentajes, mucho cuidado con no emitir las tan “ansiadas” adaptaciones curriculares para todos los que por algún motivo son diferentes (ojo, ¡yo quiero la mía por ser diferente también!)–, no se entiende por qué no se emiten otro tipo de “comunicados oficiales”, un poco más alegres y menos rimbombantes, como por ejemplo:
1. Aumentar el número de maestros y profesores en cada centro escolar, para que, y como resultado de ello, se mejore el nivel de estos alumnos a los que hay que adaptar todo, se les devuelvan las ganas de aprender y de querer saber cada día un poco más.
2. Redactar un “edicto real” por el cual se pueda tener más disponibilidad horaria para recibir a más padres, que, a fin de cuentas, han de interactuar mucho más con los profesores de lo que se hace ahora porque en este momento no hay mucho hueco libre que se diga para tal menester.
3. Valorar la “entrega” de “sus” profesores, tanto de plantilla como interinos, orientadores, equipos directivos, logopedas, encargados de los alumnos con deficiencias auditivas, etcétera. Y además de valorarla, también que se les diga, simplemente porque se lo merecen. Si uno se siente, ya no digo querido, sino simplemente apreciado, todo es más llevadero y te llena de un orgullo sano que te produce alegría.
4. Algunos de estos enseñantes comentan que para comunicar sabiduría hay que tener temple, mostrar calor, poseer un corazón donde quepan todos y una mente clara para tratar a cada uno de estos “aprendices de la vida”, es decir, alumnos, en función de lo que parece que puedan dar, y para eso las normas, reglas, circulares también se han de adaptar y moldear a lo que tenemos ante los ojos. Los enseñantes querrían compartir todo lo expuesto hasta ahora con ese gigante egoísta que vive alejado de la realidad en la torre más alta de su encierro voluntario, rodeado de lacayos y ajenos, él y los demás, a lo que les rodea.
5. La verdad es que estos enseñantes llevan largo tiempo quejándose de cuán injusto es todo, pero el edificio donde el gigante y sus lacayos moran está rodeado de una capa de un material que aleja la realidad y sus consecuencias, filtra otras realidades virtuales y ¡así no se puede mejorar nada!
De repente, una mañana sale el sol y con su calor cubre la torre donde el gigante comparte su vida con sus lacayos, escribas y “oficinistas” en general; por fin despiertan de su letargo de siglos. Se ponen en movimiento y deciden contactar con esos “enseñantes” (=maestros y profesores) para conocer sus opiniones y sus propuestas de mejora. Estos enseñantes no caben en sí del gozo y la alegría, que tras largos años de desprecios y olvidos, les produce tal cambio de talante.
El Principado de Gales entra en una fase de cambio radical, tan radical es que a partir de ahora les prometen a sus enseñantes que si han de cambiar cualquier línea de la ley sólo ellos serán los consultados y que dejarán de tener asesores y que además ellos mismos retornarán a la docencia para poner en contacto las leyes con la realidad.
Y ya por último, lo que más sorpresa trajo consigo es la promesa del gigante, ya no egoísta nunca más, de acudir a la manifestación del día 18 y que parte de la plaza de España de este Principado de Gales a las seis de la tarde y en dirección a la Junta del Principado. Allí estarán él y todos sus ayudantes para mostrar las ganas que tienen también “ellos” de mejorar este asunto maravilloso que se llama enseñar.
Han pasado los años y todo en nuestro Principado es mejor porque hay alegría, los horarios son razonables –no sólo en esta profesión–, los salarios han mejorado en todas las ocupaciones laborales, incluso los autónomos.
Este gigante tiene un árbol siempre colmado de flores y hojas verdes, tanto en verano como en los meses más fríos. Allí van todos los alumnos del Principado cada año a agradecerle todo cuanto ha hecho por ellos. Cuando al final del día se va a descansar, desde su ventana contempla las chimeneas humeantes, presta atención a las cantarinas voces de los jóvenes y en la distancia y, a través de las ventanas, percibe la silueta de aquellos “enseñantes” revisando los trabajos de sus alumnos y se duerme pensando que ya por fin podrá descansar para siempre.
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