Despertemos

27 de Febrero del 2010 - María Evelia Leopolda (Oviedo)

La crisis se ha instalado y nadie sabe cuándo la vamos a superar. El número de parados crece sin cesar y se anuncian por doquier próximos despidos en serie. La incertidumbre se ha adueñado del ambiente general. El sentido común dice que gastar más de lo que se ingresa lleva indefectiblemente a la ruina. Buena parte de los problemas de déficit actuales se hubiera podido evitar si los responsables del (des)gobierno no hubieran despilfarrado sin tino ni medida, pagando generosa y sistemáticamente los votos de todo tipo que han necesitado para seguir en el machito. Hoy son minorías que sólo miran por su propio beneficio las que deciden el rumbo de la gran mayoría de ciudadanos inermes frente a su desmedido e injustificado poder. Las llamadas autonomías, cada vez más exigentes y levantiscas, se aplican diligentes a gastar mucho más de lo que reciben y a vender caros sus apoyos.

Las grandes leyes que han promulgado han servido para generar malestar, enfrentamiento, disgregación social. Han avivado las disputas entre personas y comunidades. Han buscado sustituir la moral del esfuerzo, el mérito, el respeto y la vida familiar por el hedonismo más desbocado y el todo vale. Desvirtuada la autoridad familiar, reducida la educación a mera carictura, halagados los instintos de la juventud ¿alguien piensa qué ciudadanos vamos a conseguir?

El pueblo y las clases medias, que han aguantado en silencio esta trayectoria, engañados y manipulados por reclaraciones ampulosas, adormecidos con espectáculos inanes que provocan sonrojo, exprimidos a impuestos para sufragar los gastos desbocados de los privilegiados electos que ignoran que su primera función es dar ejemplo, tienen que despertar.

Ha llegado la hora de exigir medidas drásticas que eviten la bancarrota total. Sobran ministerios, consejerías, asesores, altos cargos digitales, gastos incontrolados. Si todos nos tenemos que conformar con ganar menos y pagar más impuestos, que empiecen por rebajarse sus escandalosos sueldos, dietas y demás sinecuras. Que renuncien a esos privilegios que les permiten tributar menos que los administrados, conseguir pensiones máximas con la mitad de años cotizados, participar en innúmeros consejos de administración, etcétera. No se entiende que la dedicación exclusiva sólo sea para los funcionarios, que puedan faltar a sus respectivas sesiones en los órganos de gobierno sin recibir por ello la más mínima penalización, que habiendo tantos millones de personas con dificultades serias, crecientes, ellos sigan instalados en el lujo y la vida fácil. Ha llegado la hora de que la política, sea un servicio a los ciudadanos y no al revés.

María Evelia San Juan, Oviedo.

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