Vamos a contar mentiras, tralará
En ocasiones la incomprensión de un asunto hace que me autotransporte a mi más tierna infancia para intentar analizar el tema desde una perspectiva menos contaminada.
Y en ella me encuentro recordando una de las primeras canciones que entonábamos en los por aquella escasos viajes en autocar. Decía así: “Ahora que estamos solitos (bis), vamos a contar mentiras, tralará (bis), vamos a contar mentiras”.
Resulta que la señora Cifuentes no sólo no necesita estar solita, sino que las cuenta en presencia de la prensa y de todas sus señorías.
Recuerdo que mis padres me decían que por mentir salían manchas blancas en las uñas, de hecho yo me las miraba con harta frecuencia. En este caso es imposible su detección por la espesa capa de esmalte que las cubre, paradójicamente de color rojo.
También me decían, y era cierto, que al mentir el rostro se sonrosaba. Inviable el descubrir en este caso, dadas las micras de colorete, que, a la vez que mitigan las arrugas, encubren a la vista el color base de la cara.
Otra de la socorridas frases de nuestro refranero que me soltaban para evitar que cayera en la mentira era la de “antes se atrapa a un mentiroso que a un cojo”. Eran otros tiempos, aún no existían los Juegos Paralímpicos, ahora aumenta el margen, los cojos pueden correr mucho más.
A Pinocho, la marioneta de madera tallada por Geppetto, cuando mentía le delataba su nariz. Hoy en día los avances en cirugía plástica permiten ocultar hábilmente tal malformación.
Resulta imposible, regreso a mi realidad casi senil sin haber aclarado nada.
Pero con ello y la postura de todos los políticos, saco una conclusión y me tomo la libertad de distorsionar gramaticalmente la sentencia de don Ramón de Campoamor, dejándola como sigue:
“En esta España querida, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del partido político que lo mira”.
Juan Luis Roces Suárez (Oviedo)
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