¿A correr?
Veo en la televisión que en un maratón en Australia el participante que iba en primera posición, y a sólo dos kilómetros de la meta, se desvanece y cae al suelo. La noticia no es la mala suerte que tuvo el escocés en su carrera hacia el primer premio, sino que, de todos los espectadores que estaban observando la caída, ninguno movió un dedo por ayudarle o, mejor dicho, sí lo movieron, pero para hacer fotos y vídeos con sus móviles. El atleta queda desvanecido en el suelo mientras los espectadores se quedan como la vaca mira al tren, es decir, indiferentes ante el pobre hombre que no se sabe si está desmayado, agonizante o medio muerto. Oí una vez a Manuel Vicent decir que cuando uno estaba envejeciendo solía decir ¡qué barbaridad! cuando algo le escandalizaba, y me acordé de la frase de marras. Me escandaliza la indiferencia del que saca el móvil pero no una botella de agua, del que se queda quieto ajeno a lo que pase a medio metro de donde está su zona de confort. Quizá pensaban que en los maratones si ayudas a alguien te penalizan a no asistir a eventos deportivos de por vida. Ayudar espontáneamente a alguien que se cae al suelo es una cuestión de instinto, no de educación. Ir a una conferencia y que la gente no se mueva para dejarte un sitio libre es una cuestión de educación, como sujetarle la puerta al que viene detrás, como darle las gracias al cajero del súper cuando te da la vuelta o los buenos días al primero que te encuentras en el trabajo aunque sea un borde. Debo de estar haciéndome muy mayor porque cada vez digo y pienso con más frecuencia que casi todo lo que pasa en las noticias es una inmensa barbaridad.
Hasta cuando leo los deportes.
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