Somos lo que vimos, aprendimos y nos consintieron
No todos tienen esa valoración formidable de uno mismo (EGO) algunos, así mismos se creen inferiores al resto y hasta se consideran incapaces de tomar decisiones por simples que fueran sin asesoramiento de los demás. Yo me quedo con los primeros, que pudiendo caer de pedantes o sobrados, son quienes afrontan los problemas y las situaciones sin titubeos sin esperar que se lo den hecho todo. Aunque los últimos sean los que siempre caen mejor a los demás, jamás los ven un competidor en nada, aunque cuidadito con los que la muerden callando y ponen cara de "yo nun fui" y hacen de las suyas o abusan de ese tonto fingido para conseguir todo sin esfuerzo personal. Son los clásicos que si les pones delante un plato de jamón del bueno, no les hace ascuas, no esperan o preguntan para zampar bocado; pero cuando vienen las malas, siempre les escuchas la misma cantinela: No puedo es superior a mis fuerzas y que los problemas mejor los resuelvan los demás. Y los demás, siempre los justificamos de este modo: Son así, que se les va hacer. Cuidadito, hablo de los vagos, perezosos y los listillos, el resto bastante tiene con tener esas limitaciones de personalidad y capacidad para resolver y afrontar dificultades; aunque creo que estos últimos llegado el momento, serían capaces de resolver ecuaciones imposibles ante la imposibilidad de que otros se las solventaran.
La educación debiera ir por ese camino, enseñar a pescar en vez de dárselo en el plato cocinado, así lograríamos personas más solidarias y más capaces para desenvolverse por la vida.
Unos hablan del amor, otros de cómo ser buenos padres, de no reñir a los niños, de darles amor a raudales, como si de eso vivieran cuando mayores, de amor sin sacrificio y todo hecho, fabulas o castigos consensuados, con eso solo logramos caprichitos de veranos, no hijos en condiciones para desenvolverse y solucionar los obstáculos de una vida que les puede ser imposible por educarlos en la comodidad resuelta. Hablar bien de la amistad, del amor, ser agradecidos o recordar seres queridos es siempre bien aceptado, pero sin darnos cuenta que todo es pura y simple banalidad; ya que, los verdaderos sentimientos deberían haber sido la práctica diaria íntima, personal e intransferible; no la teórica de conciencias remordidas. Las bondades que se explayan, carecen de sentido práctico, solo responden a querer demostrar ante los demás, que somos mejores de lo que fuimos.
Todos recordamos seres queridos, a todos nos gusta ser amados y queridos, pero cómo decía mi madre: "Nada de flores cuando muera, los ramos mejor en vida y a poder ser mejor jamón del bueno". Por ello, no me hace falta recuerdos explayados de cara a la galería, a los demás, todo lo intenté mientras vivía, con aciertos y errores, ahora después de muerto todos buenos, la ceba al rabo y la conciencia repicando para bien o para mal según nos hemos comportado con quien recordamos. Les diré algo: en vez de alardear ante los demás, siempre estamos tiempo de compensar y cambiar actitudes, compromisos y comportamientos con los vivos, los muertos ya no necesitan de nosotros para nada, sobre todo si en vida no supimos estar a la altura.
La educación es la base para conseguir unos jóvenes y adultos preparados y dispuestos para ellos y los demás; el resto es pura teoría sin más para quedar bien con nosotros mismo.
Luego viene lo que vemos, ancianos que se mueren solos, residencias tercermundistas, hijos y nietos que se pelean por herencias mientras que en vida no pisaban lo que reclaman por no tener que sufrir y atender los problemas de la vejez, etc. Creamos un mundo de derechos y olvidamos las obligaciones; lo cual, este sálvese quien pueda, lo sufrirán los mayores por haber educado perfectos acomodados y poco acostumbrados a resolver y ayudar.
Un pueblo que no hace la vida sencilla y feliz a sus mayores y no potencia la natalidad es un pueblo muerto, mal educado, de conciencias y recuerdos plasmados en papel de fumar.
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