¡Papá! ¡Qué se te va la pinza!
Es inadmisible que la Iglesia presione sobre la reforma del aborto, una decisión política. Leo el titular de LA NUEVA ESPAÑA y me conmociono. Luego se apostilla: Respeto al nuevo arzobispo, pero decir que la interrupción del embarazo supone el suicidio de la madre es confundir a la gente sin ningún rigor
Acaso nuestro nuevo arzobispo, tampoco debería leer aquello de:
- Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
- Bienaventurados los que ahora estáis hambrientos, porque os hartaréis.
- Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
- Bienaventurados seréis cuando os odien los hombres...
Por el contrario, ¡ay de vosotros los ricos!, porque recibiréis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque padeceréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!...
Porque, a mi entender, no hay mayor ingerencia en la opinión política que ésta. Además, en rigor, ¿acaso no existe, ese riesgo suicida? (Dios no lo quiera). O, ya en función rigurosa y simbólica (tan querida por la ciencia), si una madre renuncia a su feto deshaciéndose de él, en ese mismo instante, ¿no se estará suicidando como madre?
Pero lo realmente inadmisible es que se considere inadmisible que un arzobispo opine sobre esto, ...o sobre la pobreza que nos azota, o sobre el azote que suponen los que se escandalizan de que un hombre tenga la dignidad de ser hombre y opine contra el Gobierno.
Tengo un primo ya mayor (doctor en periodismo) que siempre decía: Hay que ir contra el Gobierno, siempre contra el Gobierno. Y lo cumplió siempre, aunque el Gobierno cambiara de ideología, él nunca cambió de la suya: la lucha contra la escasa paga y la pobreza del hambre.
Luego algunas, y algunos, dirán que Pio XII fue un blandengue con el nazismo...
- ¡Papa! ¡Qué se te va la pinza!
- Bueno hija, pero no me negarás que también se trata de una minoría indefensa, a la que, algunos, se muestran incapaces de ver con todos sus derechos. Además, la Humanidad con su inteligencia (?), es la consecuencia de ser fetos mal paridos de unos simios. Unos fetos que, milagrosamente, prosperaron por el valor de sus madres al abrazarlos con sus manos, erguirse sobre sus cuartos traseros, renunciar al protector árbol, y esconderse en la alta hierba. ¡Cómo no vamos a tomar partido por la dignidad de nuestra esencia de ser fetos!
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