Carta a los Reyes Magos
Desde la aprobación de nuestra Constitución en 1978, la mayoría de los españoles forjamos grandes esperanzas en la creación de un Estado democrático cuyas directrices obedecieran a los intereses de los ciudadanos y donde la información fuera transparente y veraz. La creación de las autonomías nos hizo pensar que con la proximidad y con el mejor conocimiento de los responsables del poder a su territorio redundaría en una mayor eficacia y aprovechamiento de recursos.
Después de estos 30 años, muchos de nuestros dirigentes políticos en Asturias le cogieron «gusto al sillón» e hicieron de la política su profesión, sin hacerse a ellos mismos, demasiadas evaluaciones como nos hacen al resto. Incluso, a alguno de ellos le queda poco tiempo para alcanzar el récord que mantuvo nuestro antiguo y criticado dictador; y, por si fuera poco, acomodan a primos, tíos y demás familia...
Desde fuera uno tiene la sensación que los de un bando tiran los trastos a los del otro, y, al tiempo que se entretienen, tratan de convencernos de que «trabajan» por nuestro interés, cuando son el desprestigio y el insulto los fundamentos de su programa de trabajo. Para lo único que hay acuerdos unánimes es para sus sueldos, dietas, coches oficiales, etcétera... Están tan alejados del pueblo que están convencidos que son superiores al resto, cuando todo su estatus se debe a nuestro «insignificante» voto.
Como queda poco para el 5 de enero, voy a pedir a los Reyes Magos de Oriente unos políticos para nuestra tierra cuyos objetivos giren en torno a la desaparición de la pobreza, a mantener como pilares una buena educación y salud pública, a estimular la honestidad y el cumplimiento del deber, al buen uso de los dineros públicos, a colaborar en la preservación del medio ambiente.
En suma, a trabajar por el bien común y no por el suyo.
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