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Melodías de Broadway

7 de Mayo del 2018 - José María Izquierdo Ruiz

El medio siglo XX cosechó las hermosísimas melodías y comedias musicales sembradas desde los años veinte por Kern, Berlin, Gershwin, Rodgers, Youmans, Porter y otros; vivimos su esplendor y preservamos su memoria. El primero fue Jerome David Kern, por primogenitura (NY, 1895-1945), como fuente de inspiración y como puente entre la opereta europea y el musical americano. Hoy está relegado por el pop-rock (tres estantes en la meritoria Biblioteca de Asturias y sólo el musical “Show Boat” (Magnolia) de Kern.

El nombre de Jerome le viene del parque homónimo de NY, cerca de su casa en el East Side; el de David, de su ascendencia judía alemana; y su genio y fecundidad, de sus mil inolvidables melodías y sus cien partituras completas para musicales y filmes. Sus estudios musicales los hizo en Nueva York y en Heidelberg. De vuelta en casa, además de componer melodías, se ganaba la vida vendiendo música, como pianista en entreactos de conciertos o como contable en la empresa Dreyfus de venta de música, de la que acabaría siendo subdirector. Tuvo relación profesional y de afecto con dos ídolos de Broadway y correligionarios, Irving Berlin (Israel Baline) y George Gershwin (Jacob Gershowitz), autor éste de “Un americano en París”. Otros colegas judíos fueron Bernstein (“West Side Story”) y Aaron Copland (“Primavera apalache”). Kern fue un prolífico compositor, con “Show Boat” como obra cumbre, dotado de un exquisito buen gusto y de una muy variada temática y estilo; por eso es una irreverencia a su genio que el laureado sabelotodo Terenci Moix nos diga que la música del filme “Centennial Summer” es “la mermelada típica de las canciones de Kern y Hammerstein II”. Lo que llama Moix mermelada es una excelente música romántica, más o menos dulce, pero nunca empalagosa, como “La canción eres tú”, “El humo ciega tus ojos”, “Hasta que pasen las nubes”, “Es hermoso mirarte”, “Tú eres amor”, etcétera, y que están entre lo mejor de Kern; sin embargo, también hay muchas de sus mejores composiciones, que son alegres, vivacísimas, más rítmicas que melódicas, sincopadas, como “Ragtime-Restaurant”, el negro espiritual “Ol man river”, “Ella no dijo sí”, “La gente de la colina”, “El Harlem Boogie-Woogie”, “No bailo, gracias!”. Incluso compuso Kern melodías reproduciendo el canto de un pájaro (“Se lo conté a las estrellitas”) o el croar de una rana-toro (“The bullfrog patrol”), y siempre con el arte y competencia que le lleva a combinar y a jugar con ritmo, melodía, tempo, voces, diálogos traviesos como “Whip-poor-will” (“El chotacabras”).

Además de su genio compositivo, su gran mérito fue fundir lo mejor del musical con el teatro tradicional, estableciendo un paralelismo entre música, letra, libreto, carácter de los personajes y escena, creando así el musical americano, por lo que tuvo que esforzarse para que todo encajara. Su habitual letrista era Oscar Hammerstein, a veces, Harbach, Bolton o el humorista Wodehouse. (“El inimitable Jeeves”). Su primer musical con éxito fue “La enagua roja”, en 1912, seguido por “La chica de Utha”, “Sally” (“No te desanimes” o traducido más literal y poéticamente “Toda nube tiene bordes plateados”), “Sunny” y, en 1927, “Show Boat” (“Magnolia”), cuya historia de matrimonios rotos, parejas de dos colores y la dura vida de los negros no gustó al empresario de NY y hubo de preestrenarse en Washington. Al último ensayo se invitó a la autora de la novela en la que se basa el musical, a la que “se le erizó y le rebosaron las lágrimas de emoción”. A “Show Boat” siguieron “El gato y el violín”, “Música en el aire” y “Roberta”, con las famosas canciones “Ella no dijo sí”, “La canción eres tú”, “Se lo conté a las estrellitas” y “El humor ciega tus ojos”. Ya en el año 1918 Kern ingresaba 3.000 dólares a la semana por derechos de autor.

Como lo cortés no quita lo valiente, gracias a su valía artística, a sus canciones, a su carácter ahorrativo (ni bebía ni fumaba) y, desde luego, a su talento inversor, Kern hizo una fortuna considerable y –inspirado por Adonai– tuvo el acierto de vender su gran paquete de acciones justo antes del “viernes negro” de Wall Street. en 1929. Aunque el negocio de Broadway bajó, los siguientes años, Kern siguió siendo muy rico pero tuvo la humorada de decir: “Yo era demasiado rico, gordo y próspero; Wall Street se ha hundido pero yo sigo trabajando y he recuperado mi alma”. Solamente en libros antiguos poseía 1,7 millones de dólares.

En 1933 Kern dejó el musical y se fue a Hollywood, donde se filmaron una docena de películas con sus canciones, como “Música en el aire”, “Swing time”, con vistosos bailes de Fred Astaire y Ginger Rogers, así como “Roberta” con la canción “Lo hermosa que estás esta noche” (por la que obtuvo su primer “Oscar”, el segundo por “La última vez que vi París”) y “El humo ciega tus ojos”, “Show Boat”, con tres versiones, la última de 1951 con Ava Gardner de protagonista (que no cantó, pero sí en una cinta sonora), “Sunny”, “Cover Girl”, “Nunca estuviste más hermosa” con Fred Astaire y Rita Hayworth, y “Alto, fuerte y apuesto” (con “La gente de la colina”), interpretada por Irene Dunne, Dorothy Lamour y Randolph Scott. Tras la muerte de Kern se filmaron dos obras de tema biográfico: “Hasta que pasen las nubes”, con Robert Walker en el papel de Kern, Judy Garland y Frank Sinatra cantando, y “Centennial Summer” (en conmemoración del centenario de Filadelfia), en la que Fred Astaire hacía el papel de Kern, con Linda Darnell y Jeanne Crain compitiendo por Corner Wilde. Las películas le dieron más proyección internacional que los musicales de Broadway y, a través de los actores y actrices, su nombre y su música han llegado a generaciones más jóvenes.

De vuelta a Nueva York, en noviembre de 1945, mientras compraba antigüedades se desplomó a Park Av. a causa de un ictus, y fue ingresado en coma en un hospital para locos y delincuentes. Identificado por su placa de la Asociación de Compositores, se le cambió de hospital, donde le acompañaron su esposa, Eva, su hija Betty y su amigo y coautor Hammerstein, quien, asomándose por una rendija de la tienda de oxígeno en que yacía Kern inconsciente, le tarareó su canción preferida: “Se lo conté a las estrellitas”, muriendo éste antes de que concluyera.

José María Izquierdo Ruiz

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