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El estercolero patrio

9 de Mayo del 2018 - Paco Domínguez (Avilés)

Se puede afirmar, sin correr excesivo riesgo, que la fuerza social productiva y contributiva española, sobre la que descansa todo el andamiaje funcional del país, cree vivir en un estercolero que integra las principales instituciones del Estado. Desde las organizaciones políticas, empresariales y financieras, unidas por lazos o vínculos de extorsión social, hasta la vieja institución monárquica, acusada de enriquecimiento reprochable, pasando por la judicial, muy a menudo en entredicho y, en no pocos casos, sin terminar de sacudirse el pelo de la dehesa ultraconservadora, todas desprenden un olor fétido que hace irrespirable la convivencia.

Habitamos un Estado tan intrincado y enraizado en hábitos corporativamente inmorales, cuando no amorales, que cualquier tentación taxonómica sobre hechos delictivos, además de estéril, queda obsoleta en veinticuatro horas. Los juicios de la corrupción organizada proyectan tal número de piezas separadas y producción literaria que atasca cualquier funcionamiento racional de los medios siempre escasos con que cuenta la judicatura. No existe nada tan limpio en la maquinaria estatal como para estar libre de cualquier sospecha: empresas adjudicatarias, organizaciones sociales y políticas, empresas energéticas y tecnológicas, medios de comunicación, organizaciones estatales bancarias y de control de mercados, etcétera, todos caen, por uno u otro motivo, bajo la red de la desconfianza. La sociedad española naufraga en un mar de corrupción, intoxicación, falsedad y alegalidad sin que nadie, ni la propia sociedad, le ponga remedio. Es más, aquellos partidos políticos que llegaron libres de equipaje y con intenciones regeneradoras, al menos como discurso, ya empezaron, hace tiempo, a dar muestras de cierto cansancio y apatía. Alguno, hasta decadente en apoyo ciudadano.

La consecuencia de toda esta patología crónica que nos aqueja, para la cual parece no se encuentra antídoto, es que trasciende el ámbito de lo doméstico y ya llega a las instituciones europeas. Lo más probable, visto lo sucedido no hace muchas fechas, es que en Europa nos pongan la cara colorada. Al final, tiraremos de refranero y desahogo para limpiar el remanente de conciencia, si es que aún queda algo: "en todos lados cuecen habas".

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