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Helados que dejaron huella

23 de Mayo del 2018 - José Benito Álvarez Bravo (Oviedo)

Permítanme que me ría, por no llorar. El otro día me llevé un gran disgusto cuando decidí ir a tomar el primer helado fresco de la temporada y la Heladería Los Italianos estaba cerrada, parece que definitivamente.

Yo no había nacido cuando Giaccomo Angelo Pieruz Batistin (DEP) decidió abrir este negocio. Realmente fue una bendición para Oviedo, y lo pueden atestiguar los más de cientos de miles que pudimos degustar la delicia de sus helados. Durante 83 años, casi 17.500 días y cerca de dos millones de helados dejaron huella en esta vetusta capital.

Empezó en unos tiempos calientes, con la Revolución de Octubre, pero, con su buen hacer, enfrió los ánimos y endulzó el paladar.

Lo siento por los jóvenes que no lo hayan probado, llevados por la globalización de los ultracongelados con mucho colorido y mayor propaganda.

Una vez más, nos topamos con un claro ejemplo de que “lo pasado fue mejor”, y no es que me esté haciendo viejo, es que el mantecado sabía exactamente a natillas de las que hacían nuestras madres y abuelas.

En los helados, si la base es buena, luego puedes añadirle lo que quieras, que siempre será inmejorable.

Jamás se me olvidará el sabor, porque eso queda grabado, espero que a prueba de alzhéimer.

En el año había dos fechas clave: San José, día en que abría y podías comenzar la primavera con buen sabor de boca, y El Pilar, en que, días antes, había que estar atento para comprar varias tarras de libro como reserva hasta el siguiente marzo. La verdad es que hace poco había acabado la última reserva.

Lamento que no haya anunciado el cierre, porque si lo supiera, en lugar de acabarlo, guardaría algo bajo un nevero permanente en los Dolomitas, en el Véneto (de donde era original Giaccomo).

En junio de 2012, creo que se publicó el último reportaje de esta heladería en LA NUEVA ESPAÑA, con Miguel Ángel Pieruz Gutiérrez, el hijo que llevaba décadas regentándolo y siguiendo fielmente la antigua receta aprendida.

La vida sigue y mientras unos se van en silencio –Los Italianos (1934)– otros vienen con la globalización, colorido y propaganda –Starbucks (1971)–.

Y con esto, ¿ya está?, ¿todos contentos? Pobre 2018.

Permítanme que llore, porque no es para reírse.

José Benito Álvarez Bravo, Oviedo

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