Del perdón al relato
ETA ya es historia, pertenece al pasado. Lo es desde 2011, cuando decidió poner fin a los atentados. Han pasado 7 años desde entonces y no hay una explicación mínimamente coherente que ayude a entender por qué han necesitado 7 años para formalizar su disolución.
El periodista y víctima de ETA, Gorka Landáburu, suele decir: "Tenemos que pasar página, tenemos que favorecer la convivencia, pero antes de pasar la página primero tenemos que leerla bien". Es una de las voces más autorizadas para hablar del futuro post-ETA. Futuro que estos días se ha centrado en dos palabras: perdón y relato, como paso previo al tratamiento penitenciario de los presos etarras.
Se pone el acento en la incapacidad de los ex etarras para pedir perdón a las víctimas y por el daño causado. No hay consenso en ello. Para algunos familiares de las víctimas: "ello no me va a devolver a mi marido/hermano/padre", para otros el perdón es imprescindible.
El perdón es propio de nuestra cultura judeo/cristiana, hunde sus raíces en el concepto de pecado y, en última instancia, deja en manos del "ofendido/víctima" la última palabra. Considero, por tanto, que tiene mucho más interés desde el punto de vista de la superación del trauma terrorista y, por supuesto, mucho más recorrido histórico apelar a la necesidad de que los ex etarras y su mundo reconozcan la inutilidad de su "aventura", la inutilidad del daño causado; un balance autocrítico de su propia existencia como banda terrorista. Ello implica entre otras cosas, por ejemplo, el que se pregunten y se respondan: ¿Por qué no se subieron al tren de la amnistía del 76 para participar en el proceso de construcción de la España democrática una vez desaparecido el dictador? O ¿por qué no abandonaron la lucha armada como lo hicieron sus compañeros poli/milis en el 82? Todos nos habríamos ahorrado mucho dolor, mucho sufrimiento y muchos muertos inocentes.
Durante la transición y en especial, finales de los 70 y principios de los 80, la construcción de la democracia española tuvo dos enemigos, los sanguinarios atentados terroristas de ETA y la extrema derecha, que no daba por muerto el franquismo sin Franco. Los dos se retroalimentaban, los dos se necesitaban. Cada atentado terrorista envalentonaba y daba argumentos a los enemigos de la democracia, a los herederos de Franco que soñaban con el golpe de estado que nos devolviera a la "España una, grande y libre" (operación Galaxia, operación Gladio, Guerrilleros de Cristo Rey, 23F, junio de 1985...)
Por ello, es necesario que el relato esta vez no lo imponga una ETA derrotada, aprovechando la ignorancia de muchos y las ganas de olvidar de casi todos. No vayamos a olvidar que, de los 854 asesinatos cometidos por ETA, el 94% de ellos se cometieron durante la transición y en democracia. No vayamos a caer otra vez en el relato interesado de los que hicieron daño, como lamentablemente está ocurriendo con el franquismo. Con el relato de los que sembraron de cadáveres las cunetas a lo largo y ancho de España y mantuvieron un régimen de miedo y terror durante 40 años. Esta es la deuda que la democracia tiene con sus ciudadanos después de 40 años: la incapacidad de condenar institucionalmente el régimen fascista de Franco, aplicando la Ley de la Memoria Histórica en todos sus términos y prohibiendo "el negacionismo" que tan impúdicamente se practica tanto en las filas del Partido Popular como de algunos de sus corifeos.
Dejando pasar el tiempo, pocos son los que todavía viven y los hijos y nietos de las víctimas empiezan a estar cansados. Con ello juega y cuenta el Gobierno. Mucho me temo que la batalla está perdida porque está triunfando "el relato de los vencedores", los jóvenes de hoy no saben quién fue Franco y los que "algo" saben lo han hecho a través del "malicioso relato" cuyo envoltorio ha triunfado con frases como "durante el régimen anterior...", el "régimen del general Franco"... letal para la memoria histórica.
El pasado mes de octubre, la Universidad de Deusto publicaba una encuesta que reflejaba, entre otras cosas, que el 50% de los alumnos desconocía lo que fue la matanza del Hipercor de Barcelona (1987) que dejó 21 víctimas mortales, el 40% no sabía quién fue el concejal Miguel Ángel Blanco (asesinado en 1997) y un más triste y patético 98% no sabía quién fue Francisco Tomás y Valiente, presidente del Tribunal Constitucional (asesinado en 1996).
La izquierda abertzale mantiene el "relato" de la desaparecida ETA, al señalar y mantener que la aparición de la banda terrorista se justifica como "respuesta armada al Estado por la invasión española", argumentario cuya difusión cuenta con las redes sociales, algún medio de comunicación, editoriales, librerías...
El Gobierno vasco lleva tiempo intentado combatir éste relato a través de dos centros dedicados a la memoria de la Guerra Civil, la represión franquista y el terrorismo y del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. En este terreno soy más optimista porque el actual Lendakari es lo mejor que le ha ocurrido al pueblo vasco en muchos años.
Mientras tanto, en unos días, si nadie lo remedia, asistiremos al triunfo del "relato" neo-franquista, el gobierno mediante el BOE, reconocerá a la nieta de Franco como duquesa de Franco. El triunfo de la ignominia y un insulto para los miles de muertos que yacen en las cunetas fusilados por orden del dictador.
Marcelo Noboa Fiallo, Xixón
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