Pelayo y Asturias
Pelayo y Covadonga son los principales ejes de vertebración de la identidad asturiana. Es cierto que el pueblo asturiano posee una muy rica y viva cultura popular, que se manifiesta a través de, por ejemplo, una lengua propia, un folclore autóctono, un arte tradicional, una historia diferenciada y una gastronomía única de la que la sidra y su ritual de consumo quizá sea su estandarte más reconocible. En todos estos ámbitos es fácil observar elementos propios de la identidad asturiana, claramente diferenciadores de los producidos en las tierras vecinas; por más que últimamente, desde una provincia limítrofe, exista un discurso institucionalizado tendente a acaparar algunos de los símbolos y personajes de la historia de Asturias. De todo este acervo cultural destacan dos nombres propios, Pelayo y Covadonga.
Los sucesos de Covadonga, protagonizados por Pelayo y sus partidarios, marcan un hito fundamental en el devenir histórico de nuestra tierra, como resultado de esa batalla Asturias dio el salto de la tribu al estado. Resulta irrelevante si ocurrió en 718 o en 722, si enfrentó a miles de combatientes o tan sólo a unas decenas o si Pelayo era un líder astur o visigodo. Lo cierto es que tras ese suceso se configura un núcleo de poder independiente llamado Reino de Asturias que muestra desde sus inicios una clara voluntad de consolidación y expansión, como así demuestran los posteriores acontecimientos y las crónicas de Alfonso III.
Se puede discutir, y mucho, sobre este período de nuestra historia, pues escasean las fuentes documentales y existen varias líneas de investigación abiertas, pero debe hacerse siempre con un mínimo de rigor y sin pretender desprestigiarlo por medio de su politización. Por ello no es aceptable ni la actitud ni los comentarios expresados por el senador de Compromís Carles Mulet en una intervención bastante bochornosa que cualquiera puede ver a través de internet. Pero tampoco es aceptable que el gobierno regional no haga nada para poner en valor los 1.300 años del nacimiento del Reino asturiano, que deberíamos conmemorar con exposiciones como la de “Astures”, además de congresos, publicaciones y actividades destinadas a celebrar esta efeméride.
Quizá sea un error prestar atención al señor Mulet, pues parece que es un charlatán de la nueva política que busca el espectáculo y el titular fácil, recordemos que fue este mismo senador quien interpeló al gobierno por las medidas adoptadas en caso de un apocalipsis zombi. Resulta esclarecedor, para conocer el nivel del personaje, ver la actuación de su señoría en relación con el debate suscitado en la Cámara Alta sobre conmemoración de los acontecimientos de Covadonga, pues con su discurso Mulet demuestra que Groucho tenía razón cuando afirmó que es preferible estar callado y parecer tonto que hablar y demostrarlo. Aunque su señoría parece empeñado en contradecir al cómico a tenor de lo visto en el Senado.
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