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Cristo en tierras de Boabdil

19 de Febrero del 2010 - Julio L. Bueno (Oviedo)

Probablemente, muchos de los amables lectores que hayan caído por estas líneas estarán perplejos si han sabido de una original exposición artística en la que el fundador de una religión de cierto arraigo e implantación es presentado como un hijo de puta fracasado, replanteándose su opción sexual.

Algunos de ustedes se habrán indignado pensando que una Universidad como la granadina, que recientemente se ha dotado de un manual de exquisiteces lingüísticas para no herir mínimamente, ni en su protocolo ni en sus documentos, la sensibilidad de un personal supuestamente hipersensible a las cuestiones de género gramatical, debiera ser, al menos, igual de respetuosa con las convicciones más íntimas de cualquier colectivo ciudadano que cumple las leyes y paga sus impuestos.

Algunos podemos pensar que también los rectores debieran estar mejor informados o ser más prudentes a la hora de decidir o autorizar el uso de los espacios públicos que administran para no contribuir más al desdoro de la institución.

Algunos otros pueden hasta llegar a creer que determinados artistas, por muy tocados que se crean por el dedo de la genialidad, pueden no haber medido bien sus provocaciones (por lo demás, generalmente dirigidas siempre en la misma cómoda y barata dirección) y debieran tener la talla añadida de reconocer su metedura de pata, sin por ello abdicar, para sus adentros o en el círculo de su familia y de sus amistades, de la convicción indiscutible de su inteligencia, gracia, originalidad, agudeza y valentía.

Por contra, algunos de ustedes se habrán descolgado de esta indignación inicial al saber que no se han agredido las creencias y la sensibilidad de cualquier minoría étnica, religiosa, inmigrante, exótica o de paso, violando los sacrosantos principios del buenismo, sino que se trata de una burla más dirigida hacia el colectivo cristiano, diana habitual de los ataques camorristas de parte de una progresía cuyo agnosticismo o ateísmo intelectual no pasa de visceral resentimiento, cuando no odio enfermizo, hacia todo lo católico.

Me lo temía. Así que, queridos hemipléjicos éticos, yo les despido cordialmente desde este mismo punto y aparte. Vayan con Dios.

Y ahora, ya entre gentes de mayor confianza, permítanme que los tranquilice, sean o no católicos de convicción. Si es que no lo han hecho aún, diríjanse, por favor, al sitio de la Universidad de Granada en internet y lean el comunicado oficial del señor vicerrector que ha tenido que asumir el marrón. Comprobarán que la exposición «Circus Christi» se cancela «de mutuo acuerdo» entre sus responsables, no por su impertinencia, sino porque no se puede garantizar ni su seguridad ni la del entorno, toda vez que las hordas fundamentalistas e inquisitoriales del Vaticano –como es habitual– se han lanzado a ejecutar un anatema –fatwa–, que amenaza al artista, a las autoridades académicas, al patrimonio de la exposición, al contenedor universitario o a la misma Alhambra.

Por esa parte, todos tranquilos y pelillos a la mar, que Cristo tiene muchas tragaderas y sus seguidores ya no están dispuestos a marchar a ningún circo si no es a ver payasos. Pero hay más motivos de satisfacción. Resulta que la centenaria Universidad se excusa no porque la exposición –por lo demás, muy escasamente visitada– haya podido herir sentimientos y convicciones, sino porque las sensibilidades se han visto agredidas por la estridencia de alarma que ha hecho sonar –con bastante eficacia, por cierto– alguna asociación cívica. Negocio redondo: el violador se dice violado, y la publicidad gratis. Más carnaza, en la sobremesa de la tele.

Probablemente, en vida de Boabdil, bastante más respetuoso con los profetas, los transgresores de salón serían más circunspectos, aunque fuese por aquello, por las interpretaciones estrictas de la Alianza de Civilizaciones.

No llores, Boabdil. Haz como el Nazareno, que ya pasa.

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