Uno mi voz a la de De Lillo
Creo mi deber como ciudadano unir mi voz a la de don Juan de Lillo para clamar con él contra la casta, la superestructura, la nueva aristocracia, los ociosos sin oficio, etcétera, etcétera, que se han hecho dueños de la escena, de la democracia y de los presupuestos, que nunca sueltan las riendas y que vemos envejecer agarrados al poder y al dinero público, dejándonos a los ciudadanos los únicos derechos de pagar impuestos y votar cada cuatro años. Al primero de esos derechos no podré renunciar, pero al segundo sí pienso hacerlo, porque creo que sólo cuando la gran mayoría de nosotros lo hayamos hecho, quizás alguno de los nuevos aristócratas empiece, al menos, a sonrojarse.
Mi entusiasta felicitación para el señor De Lillo por su magnífico artículo. Sólo se le olvidó recordar que cuando alguno de esos nuevos señores se pasa un pelín y acaba en la cárcel, a la salida le esperan ansiosas televisiones para ofrecerles jugosos aguinaldos por hacernos partícipes de sus interesantes experiencias.
Y mi llamamiento a tantos conciudadanos que sé que comparten la indignación del señor De Lillo para que se unan a su valiente y desesperanzada denuncia.
José Luis Hevia García, Oviedo
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