Esperemos que el azar se ponga de nuestra parte
Los nervios que sufres cuando tu vida depende de un sorteo son una verdadera tortura. Miles de familias estamos estos días sufriendo esos nervios debido a la celebración del sorteo para la asignación de plazas en los colegios para el curso que viene. Los que no tuvimos suerte en la obtención de una plaza de guardería pública para P1 y P2 creo que todavía estamos más nerviosos. Aquí en Barcelona, el coste medio de una guardería privada es de unos 380 euros al mes, el de un colegio concertado ronda la misma cantidad y el de un privado sobrepasa los 600. Unas cifras del todo considerables si tenemos en cuenta que los dos progenitores tenemos unos sueldos de millennial, es decir, llevamos toda nuestra vida laboral siendo mileuristas y sin perspectiva de que esto vaya a mejorar.
Llevamos un par de meses asistiendo a las jornadas de puertas abiertas de los colegios más cercanos a nuestra vivienda. Queremos que nuestra hija vaya a un cole en el barrio. Durante estas jornadas para conocer las escuelas, la pregunta más repetida en todas las reuniones era: ¿Cuántas plazas quedan sin contar las reservadas para hermanos y necesidades especiales? La respuesta siempre despertaba un murmullo general en la sala y personas que abandonaban las reuniones antes de que se diera por finalizada la sesión.
Hay colegios que te gustan más, otros que te gustan menos, todos tienen sus cosas buenas y sus cosas a mejorar, pero cuando decides que la proximidad al domicilio es una de las razones primordiales y descartas las escuelas concertadas y privadas por su elevado coste, sólo te quedan a elegir unas 2 o 3 opciones. Todas ellas con más solicitudes de preinscripción que plazas disponibles. Entonces, el colegio al que vaya a ir tu hijo lo escogerá el azar. Un número de corte que marca si irá al que has puesto en primera opción, en segunda, en quinta, en décima o si te van a acabar asignando una plaza de oficio en el colegio que ellos elijan.
Los nervios están servidos. Esperemos que el azar se ponga de nuestra parte.
Ana Basté López, Barcelona
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