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Las ocurrencias de don Gabino

20 de Febrero del 2010 - Guillermo G. Zarracina (Oviedo)

Decía mi amigo Ramón Rañada que Oviedo era una ciudad mudina..., y más valdría que lo fuera, dado que es evidente que cuando habla en forma de votos los otorga tozuda, reiterada y mayoritariamente a don Gabino de Lorenzo: ínclito prócer y perpetuo alcalde.

Pues bien, en su última ocurrencia pretende implantar en los bajos del paseo de los Álamos (¡donde los álamos!, ¡donde los tilos!, ¡donde los olmos!)… un aparcamiento subterráneo.

Urbanísticamente no vale la pena intentar rebatirlo, las estolideces basta que se mencionen para que sean deleznables por sí mismas.

Quiero ir por el camino ecologista. Tal pretensión haría desaparecer la estupenda mancha verde, hoy consolidada, de magnolios. Los magnolios, pésame decirlo, son los menos naturales de los árboles, sus hojas apergaminadas no titilan con el viento, como los astros a lo lejos y son lo más parecido a los fondillos de las escenografías zarzueleras. Tal vez por ello los ha elegido nuestro alcalde para inundar con ellos la ciudad..., pero son árboles al fin, y bienvenidos sean.

Ya hemos sido engañados una vez: con la «dedoampliación» del aparcamiento de la Escandalera; la fila de magnolios que se extendía hasta la altura de El Escorialín tuvo que ser eliminada por falta de profundidad de los alcorques, cuando se había anunciado que todo quedaría como estaba.

Tampoco quiero entrar en la conservación del magnífico mosaico de Antonio Suárez..., sería obvio.

Quiero ser breve y terminar estas consideraciones para dejar espacio a las cartas que debieran inundar esta sección: las que tendrían como tema la ignominia que se pretende perpetrar contra el juez Garzón.

¡Dios, qué país, qué ciudad...!

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