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Sólo el amor de los cristianos ama al enemigo y quita hambres, guerras y pobreza. ¡Amigos, siempre unidos a Cáritas!

22 de Junio del 2018 - José Fuentes y García-Borja

Del retiro espiritual para padres de familia de los/as júnior de Acción Católica sobre el mandamiento del amor a Dios y al prójimo que Jesús nos dio el Jueves Santo en su última cena con sus discípulos. Dolido por la traición de uno de ellos insta a sus amigos a que permanezcan fieles a pesar de todo cuanto va a suceder. Es una advertencia amistosa para que no sucumban ante el aparente fracaso de Jesús en la cruz y una llamada a la perseverancia “No os acobardéis”. En la Pascua cuando todos los acontecimientos se iluminan con la luz de su resurrección, Jesús nos llama a ser firmes en la fe, en la esperanza y en la caridad. “Esto os mando: que nos améis”. El mandamiento de Jesús es el amor, y nuestro enemigo la rutina y el cansancio, también las dificultades de la fe (que no son pocas) y la relajación de la esperanza, todo ello contribuye a que se enfríe la caridad, que es nuestra tarea principal. Por eso, la Palabra de Dios insiste en que nos amemos porque en eso no podemos fallar o se nos vendrá el mundo abajo: las guerras, las injusticias, el subdesarrollo, el paro, la pobreza, el hambre... todos esos problemas de siempre, que nunca acabamos de resolver, denuncian la insolidaridad del mundo y nos echan en cara a los cristianos nuestro fallo en el amor.

Corremos el riesgo de tirar la toalla ante la inmensa tarea en una sociedad enferma, en una humanidad doliente y ahíta de sufrimientos. Como si hubiera visto nuestra desmoralización, San Juan nos recuerda el misterio del amor cristiano en su primera carta acercándonos al modelo del amor de Dios: el Señor nos ama aunque no lo amemos porque ama al pecador; así debe ser el amor al enemigo del que no esperamos reciprocidad y busca y se contenta con hacer el bien, predica el Evangelio a ricos y pobres y sana a los enfermos. Por eso devolvió la vista a los ciegos, el habla a los mudos, hizo andar a los cojos y paralíticos y resucitó a los muertos; pero también perdonó los pecados, liberó a los oprimidos por el espíritu de la maldad y del odio que tantas matanzas sembró en nuestra España. Jesús defendió a los débiles, estuvo al lado de los pobres y se enfrentó a los poderosos, soberbios y explotadores de sus semejantes. Su palabra y su vida son nuestra salvación que nos llevan a la vida eterna.

Multitud de niños, ancianos y enfermos, sobre todo los afectados de enfermedades peligrosas y los crónicos, constituyen un mundo de marginación. Y, lo que es peor, nuestro estilo de vida degrada las condiciones sanitarias y asalta la salud con toda clase de excesos: drogas, el tráfico y las guerras. Tenemos que cuidar la salud del cuerpo y de la moralidad pública y privada; así no descuidaremos a los enfermos y los pecadores porque el amor cristiano, la caridad, tiene que hacernos solidarios de los que sufren enfermedad o soledad en su alma. ¡Hermanos, ojalá un día podamos escuchar felices las palabras definitivas de Jesucristo: “Estuve enfermo y viniste a verme”. “¿Cuándo, Señor?”... “Cuando lo hiciste a uno de estos pobres y enfermos, a Mí me lo hacías”. Entonces es cuando el discípulo pasa a ser amigo, así el que cree tiene a Jesús como persona que le ama y actúa en él.

Otro deseo nuestro es: “Teniendo a Cristo como ejemplo debemos producir el fruto auténtico: nuestras buenas obras al prójimo: 1) ¿Somos conscientes del amor de Dios? ¿Vivimos en el amor de Jesús? ¿Qué sentimientos abrigamos en misa? 2) ¿Vivimos el amor a Dios y al prójimo? ¿Somos sensibles a la injusticia, la violencia, la marginación, la enfermedad? 3) ¿Cómo tratamos a los enfermos? ¿Los visitamos? 4) ¿Cuidamos de nuestra salud? ¿Cuidamos de tener limpia la casa, la ciudad y la sociedad? 5) ¿Cómo anda nuestra moral? ¿Somos justos, honrados, solidarios, respetuosos, discretos y sinceros con nuestros hijos? ¡Padres y madres, obras son amores!

José Fuentes y García-Borja

canónigo de la Catedral

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