¡No es una inocentada!
Lo sucedido el pasado domingo día 28 de diciembre en el servicio de urgencias de Maternidad de Oviedo fue surrealista. Describo a continuación el plató almodovariano: 40 metros cuadrados, 8 sillas de bebé; 60 personas con niños llorosos, jadeantes, con tembleques –alguno hasta sangraba por la nariz–, en brazos de los padres, que no tienen donde sentarse, y más de tres o cuatro horas de interminable espera en un ambiente agobiante de calor y virus. No sé lo que tendría mi hija en ese momento, pero lo que sí tengo claro es que dentro de aquel barracón sería previsible salir con un cuadro patológico más grave.
No hace falta ser un lince para darse cuenta de que si en los centros de salud hubiese un pediatra de guardia no se formarían estas avalanchas de gente en el servicio de urgencias de Maternidad del Hospital Central de Asturias.
El avance y consolidación del sistema universal de protección social de la sanidad pública no debe limitarse a los medios materiales, sino también los medios humanos, ambos al servicio del paciente.
Parece claro que, si bien es verdad que hay una masificación en urgencias por una oleada de virus, según publica la prensa, ¿cómo van a llegar a la Gerencia –para gestionar adecuadamente los recursos públicos– las protestas y reclamaciones de los pacientes y sus familiares, si sólo para solicitar una hoja de reclamaciones hay que someterse al siguiente periplo?:
Tras más de tres horas, en mi caso, en recepción de urgencias, tomo la decisión –como muchos otros padres de pacientes– de abandonar dicho servicio al parecerme un tiempo excesivo de espera sin atender a nuestros hijos dentro de un ambiente de alta crispación por todos los que nos encontrábamos en la descrita sala. Habiendo gente con una espera de más de cuatro horas. Me dirijo a información de urgencias de Maternidad y cuál es mi sorpresa que al pedir una hoja de reclamación me contestan que no tienen, debiendo ir al departamento de Atención al Paciente –en adelante DAP– situado en el hall principal de la Residencia. Siendo las 14.15 horas me topo con la ventanilla cerrada y un cartel señalando como horario de 8.30 a 14.30 horas. Posteriormente pregunto en información del edificio central de la Residencia y su contestación es que no hay nadie en el DAP, así que la persona que me atendió no le quedó más remedio que ir a buscarlas al DAP.
Finalmente repartí 40 hojas de reclamaciones a todos los familiares que aún seguían esperando en la sala de urgencias de Maternidad.
A nadie se le puede pedir lo imposible. Ningún organismo público puede afrontar con éxito una situación límite. Pero, obviamente, si la Administración se pone una venda en los ojos o, más bien, trata de ponerla a los demás al no facilitar hojas de reclamaciones y, en el mejor de los casos –podríamos afirmar inocentemente–, no saber los largos tiempos de espera de los pacientes, nunca podrá administrar correctamente los recursos públicos.
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