El cura de Vega

21 de Junio del 2018 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Así era conocido don Valentín de Lillo y Hevia, que fue cura párroco de Vega de Aller más de cuarenta años. Prácticamente, allí pasó todo su ejemplar sacerdocio. Y digo ejemplar porque sí que fue él un verdadero seguidor del Maestro al darse por entero a los demás, vivir pobremente y su destartalada Casa Rectoral refugio y acogida de pobres, indigentes y menesterosos, sobre todo en aquella triste y famélica posguerra en la que tanta hambre y necesidad hubo. Alguien se preguntará que si vivía pobremente, ¿cómo podía practicar tanta caridad? Pues vendiendo la miel que, en grandes cantidades, obtenía de sus abejas, pues era un gran apicultor cuyos casiellos no tenían secretos para él. Incluso llegó a descubrir una enfermedad en las abejas. Mucha hambre quitó don Valentín con su miel, como uno pudo ver y comprobar. Por mesa tenía un largo tablero, y en torno a él comían o cenaban todos los días más de una docena de personas, y don Valentín con ellas. En una ocasión que uno compartió ese tablero o mesa éramos catorce, casi todos venidos de otros lugares. Recuerdo que había entre ellos una mujer, cuyo marido, minero, estaba en prisión.

En el cura de Vega uno vio siempre a aquel otro santo cura francés de Ars, si bien don Valentín, además, era un defensor de la clase trabajadora, tan oprimida entonces, coincidiendo con el famoso y “aguerrido” cura que fue el padre Arboleya, de Laviana. Además de sus sermones y homilías, don Valentín tenía otro medio para esa defensa de la clase trabajadora, y era el periódico “El Heral de Aller”, fundado por él en 1914, con su redacción en Cabañaquinta. Era un buen periódico (conservo uno), con páginas y formato como los que entonces se editaban en Asturias. Y es que el cura de Vega era además un intelectual que cantó la belleza típica e histórica de su concejo de Aller, en periódicos y publicaciones, con un fino estilo literario y poético. Entre sus bellos poemas y romances cabe destacar el de “Doña Gontrodo”, que canta los amores bastardos del Rey de León, Alfonso VII, con la hija de los condes de Pelúgano, de cuya unión nació doña Urraca, apodada “La Asturiana”, que luego sería reina de Navarra, reina de Asturias y señora de Aller.

De toda su obra literaria y poética, inédita o publicada, hemos de destacar su libro titulado “Cantando y llorando”, publicado en 1952, que viene a ser una recopilación de sus mejores versos y poemas, de la más hermosa lírica castellana. Sí, el cura de Vega era además un intelectual que, desde su rincón allerano, se relacionó y carteó con los escritores y literatos más famosos de su tiempo, entre los que recuerdo ahora a la condesa de Pardo Bazán, Ricardo León, Palacio Valdés, Menéndez Pidal, Concha Espina, Valle Inclán, Constantino Cabal, Gimpera y los investigadores históricos Uría Ríu (a quien debo el haber conocido a don Valentín y llegar a ser su más humilde colaborador), el padre Carballo y Obermaier, que dedicaron a don Valentín sus importantes libros. Porque el cura de Vega fue también un investigador (la prehistoria era lo verdaderamente suyo, como demostró con el dolmen de Pelúgano), que aportó interesantes trabajos a la historia de su concejo. Porque don Valentín era allerano, nacido en San Félix de El Pino, el 8 de enero de 1866, y falleció en su parroquia de Vega el 31 de diciembre de 1942. Su vida fue más que ejemplar, y de ella vamos a contar, aquí, en LA NUEVA ESPAÑA, algo muy importante, que me callé hasta ahora, y es que don Valentín acogió y cuidó a un huido, uno de aquellos maquis que siguieron haciendo la guerra por los montes. Este hombre irrumpió en la Rectoral de Vega una noche tormentosa de enero de 1941, enfermo, con gripe y catarro, con una fiebre muy alta. Nuestro buen cura le dio ropa seca suya, le preparó una cama y le atendió día y noche con aspirinas y “fervíos” de miel y leche muy calientes. Unas dos semanas vino a estar el maqui en la casa de don Valentín. Creo recordar que se llamaba Ramón, y era de Sama o Laviana. Cuando se fue, curado, vivamente emocionado y agradecido, le dijo a don Valentín: “Mire, señor cura, si yo le hubiera conocido a usted antes de la guerra, en vez de esta metralleta llevaría ahora un rosario...”. Esto quedó entre D. Valentín y servidor, y de haberse sabido entonces hubiera sido muy comprometido para los dos.

De una manera muy breve y resumida, así fue el cura de Vega, que se puede calificar como sabio y santo, que vivió pobremente y se dio por entero a los demás, convirtiendo la Rectoral de Vega de Aller en un refugio y acogida de indigentes y menesterosos, de cuantos en aquellos calamitosos tiempos pasaban necesidad, o la posguerra los habían hundido económicamente.

El estimado lector se va a sorprender y asombrar cuando le digamos que el cura de Vega es un desconocido en Aller y en Asturias, porque nadie ha querido perpetrar su recuerdo. Nunca. Uno lo ha intentado en varias ocasiones y sólo recibió la ingratitud del silencio más vergonzoso. Nadie me apoyó ni secundó entonces. Ni en el franquismo, y esto sí que es sorprendente. Aquellas corporaciones municipales a las que envié la biografía de don Valentín, ni acusaron recibo. Ediles y fuerzas vivas que, culturalmente, estaban muertas. Y también, después de la Transición, cuantas propuestas, ideas o sugerencias que uno hizo, reivindicativamente, se fueron al cesto de los papeles. Vamos a recordarlas ahora aquí, con harto sentimiento:

1.- Cambiar el nombre de Vega de Aller por el de Vega de don Valentín.

2.- Dar su nombre al Instituto en Aller cuando se construyó.

3.- Como el cura de Vega, cuando fundó el periódico “Heraldo de Aller” situó su redacción en Cabañaquinta, se propuso que se hiciera un busto suyo ante la Casa Consistorial.

De una manera u otra, en Aller hay que perpetuar el recuerdo del cura de Vega. Hoy, que los tiempos y las personas han cambiado, que el nivel cultural es superior, hacemos extensiva esta reivindicación a ediles, fuerzas vivas y cuantos de una manera u otra están vinculados a todo aquello que supone o representa cultura en nuestro concejo. Don Valentín no puede seguir olvidado en Aller.

Concluimos con esta frase de don Valentín que lo define perfectamente, y que recuerda muy bien mi amigo Arcadio Alonso: “La vida ye pa dala”. Y bien que la supo dar él por los demás hasta su muerte. Que es vida ejemplar en su recuerdo.

Cartas

Número de cartas: 48986

Número de cartas en Diciembre: 109

Tribunas

Número de tribunas: 2175

Número de tribunas en Diciembre: 3

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador