El retrato

8 de Junio del 2018 - José Luis Peira (Oviedo)

Leí que durante la Segunda Guerra Mundial, Churchill, igual que otros políticos de las naciones implicadas, había de mediar en un ambiente de militares, algunos de ellos auténticas prima donas. Ello ocupaba, es de suponer, buena parte de su tiempo de trabajo. Así, se veía repartiendo cargos, oyendo sugerencias, distribuyendo jerarquías y mandos, organigramas de estrategias nuevas que quedaban obsoletas en semanas, etc. Todo ello con profesionales de carrera muy meritorios y cualificados casi todos.

En tal contexto, no eran raros los enfrentamientos entre gallos del gallinero; generales, coroneles, en busca de peso e influencias, de líneas de acción enfrentadas o, simplemente, de desvío de recursos aquí o allá. Lo que al parecer se le escapó siempre al primer ministro, y no supo dimensionar, fue que en el ambiente militar algunas de esas afrentas generaban cicatrices de por vida, algo que para un político es inconcebible, pues está visto que su naturaleza es otra; ellos medran y medran en una carrera vital. Conspiran, se arraigan a familias de las que luego se desenganchan. En resumen, se pueden mentar a la madre en el hemiciclo y en los pasillos echarse unas risas a costa de los presupuestos. Un suponer.

Cautiva en parte, y al fin desalojada la derecha corrupta del gobierno, Sánchez corrió a despedir a la Selección para estrenar cargo. Servidor, cándido, cree que esas cosas forman parte de las funciones en nómina, como dar la mano en los mercados a las señoras y tenderos o ponerse una bata blanca en una central geotérmica y poner cara como de que entiende las explicaciones de los ingenieros. Pero no, la realidad es bien otra, veo que nadie ha reparado en lo esencial. El foco se ha centrado en que uno de los futbolistas no le aplaudió el discurso, preso al parecer de un rencor insuperable por diferencias en el pasado, como haría un militar o una persona normal. Pero lo importante para mí fue la puesta en escena, el discurso de cara a las cámaras con la selección de todos haciéndole el atrezzo ideal de la muerte para su foto.

Nada de hacer un corrillo en plan táctico acompañado de un fervorín de última hora, algo que pusiera en peligro su primerísimo primer plano, así, con mucha testosterona y tal. Que va. Tampoco es cosa de acercarse mucho al pueblo, y menos a estos, que van sudados.

Eso y no lo otro es la esencia de la cosa: aquí, chupando cámara, el menda. Atrás, a mi espalda y rellenando el plano, la selección de mus, la inundación de Villarubias de la Charca, la fábrica de chocolates o el pantano inaugurado, tanto da.

Porque, nadie se engañe, esa y no otra era la intención del ínclito presidente, un retrato bonito para la colección. Así se las gasta esta gente. Es lo que hay, y no tiene color, que nadie crea que esto es de derechas o izquierdas, sus conexiones neuronales están muy por encima de esas minucias materiales, ellos van más por la radiación de fondo y los gravitones, o sea... Advertencia, No confiar.

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